Opinión · Punto de Fisión
Toxo y Méndez de pintxos
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Ayer, Méndez y Toxo se fueron a celebrar el Primero de Mayo a Bilbao, a ver si encontraban una taberna en el Casco Viejo donde cupieran los dos sindicatos. La idea de ir a manifestarse al norte se debe, no sólo a la querencia natural de Toxo y Méndez por los cacharros y los pintxos, sino para evitar tropezarse con los últimos hinchas del Atlético de Madrid que regresaran de celebrarlo en Neptuno. Cuatro colchoneros borrachos podían provocar un altercado al tropezarse con la vanguardia de los sindicalistas, incluso, quién sabe, llegar a las manos y dar comienzo a la lucha de clases. Es mejor que las clases, como bien enseñan los líderes de UGT y CC OO, se queden quietecitas cada una dónde está: los empresarios arriba y los otros manifestándose en el campo de fútbol.
El Primero de Mayo, que antes era un símbolo de la lucha obrera, ahora es la Pasarela Cibeles del sindicalismo, un photoshop marxista, el evento anual donde Méndez y Toxo prueban las nuevas pancartas revolucionarias y pasean la ropa de la temporada primavera-verano. Eligieron Bilbao, aparte de por la variedad de tapas, porque este año los patrocinadores querían mostrar al proletariado obediente las primicias en gabardinas y chupas, que buena falta les van a hacer cuando les toque dormir debajo de un puente. Sin patrocinadores, Toxo y Méndez se quedaban en nada. De seguir hozando la senda de la sumisión, el año que viene son muy capaces de vestir casulla y sotana para ensalzar la figura de San José Obrero, y los siguientes años puede que celebren el Día de los Trabajadores directamente el Viernes Santo sobre un fondo de mineros crucificados.
Las reivindicaciones obreras han ido perdiendo fuerza con el tiempo, entre otras cosas porque ni siquiera las luchas sindicales son inmunes a la segunda ley de la termodinámica. Cada época tiene su pareja mítica en el ideario de la clase trabajadora: Marx y Engels, Sacco y Vanzetti, Camacho y Redondo, Epi y Blas, Pin y Pon, y así, bajando, bajando, se llega a Toxo y Méndez. Ambos reivindican empleos de calidad porque la cantidad es cosa de paletos, de esa gente que se conforma con el menú del día. Con cinco millones y pico de parados, camino de seis, el trabajo en España ya no es un derecho sino un lujo, y los lujos se pagan. Tan cierto es esto que Méndez y Toxo, para no abusar, trabajan un solo día al año.
Entre las mariscadas y los áticos, las barbas de pana y los recios posados con el puño en alto, los actuales cabecillas de los dos grandes sindicatos en este país merecen ingresar por la puerta grande en el Museo de Cera, junto a las grandes tonadilleras, los bandoleros de Sierra Morena, las estrellas de fútbol y los figurones monárquicos. Merecerían también que Joe Gould, el célebre vagabundo de los puertos de Nueva York, les recitara el poema que les dedicó a los líderes marxistas del Village:
He aquí las barricadas,
las barricadas,
las barricadas,
las barricadas.
Y detrás de estas barricadas,
detrás de estas barricadas,
detrás de estas barricadas,
¡mueren los camaradas!,
¡mueren los camaradas!,
¡mueren los camaradas!,
Y detrás de estas barricadas,
los camaradas mueren de lado,
sobrealimentados.
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