Opinión · Punto de Fisión
Las barbas
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Ando tan despistado que creí que el mundial de baloncesto lo había ganado la selección de Afganistán. Luego resultó que no, que eran los de siempre, sólo que buena parte de ellos parecían árboles sin podar, talibanes a los que se les había ido la barba, una maleza larga, lanuda y tan espesa que parecía que el jugador había salido de ella y no al revés. James Harden daba la impresión de que, aparte de los dos brazos, usaba la barba para robar la pelota e incluso de que se la llevaba escondida en ella. “Ha sido pasos” decía el locutor, y en el bar del Manolo, en cuya tele siempre hay puesto deporte, sea la hora que sea, un borracho corrigió: “De pasos nada. Ha sido barba”.
Esas barbazas tremendas que se llevan ahora, más que barbas parecen junglas portátiles. Le pregunté una vez al cómico Antonio Castelo, cuánto tardaba él de media en hacerla y me contestó que unos seis meses, aunque en realidad él cargaba la suya desde hacía dos años, mucho antes de que se pusiera de moda, y ya empezaba a fastidiarle tanta competencia. Además una barba de ese espesor requiere cuidados y podas constantes, porque si no puede acabar uno hecho un troglodita y, en la primera aduana por la que pase, le enfundan en un mono naranja y se despierta en Guantánamo oyendo a Metallica.
Mi amigo Antonio Castelo cuidaba su barba con tanto mimo y tanta paciencia que no tenía ni tiempo para echarse novia, pero ahora que se ha echado una, está pensando en prescindir de la barba. No creo que la novia le haya dicho: “O ella o yo”, así, en plan ultimátum, pero está claro que algo raro pasa. El problema es cómo decírselo, a la barba, porque cuando alguien lleva una extensión de sí mismo de tal calibre durante tanto tiempo, afeitarse viene a ser como si le extirparan el apéndice. Yo me imagino a Antonio lampiño y pienso que lo mismo le falta una punta de pelo para rematar las coñas, igual que los toros afeitados no llegan ni a rozar el lomo del caballo.
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Esto de la barba es una moda que ya cansa, la verdad, agobia un poco bajar al metro en hora punta y tener que ir apartando el pelaje. El otro día en Callao había tantos hipsters que aquello parecía Kabul: daban ganas de comprarse un machete para ir abriéndose paso. El hipster, por cierto, es una historia de finales de los cincuenta, igual que eso del cool, que algunos se piensan que nació anteayer y en realidad lo inventó Miles Davis. Creo que fue Norman Mailer el primero que escribió en serio sobre el hipster, un sustantivo con el que él denominaba a los chicos blancos que querían ir de negros por la vida y parecer malotes. Por lo visto, la barba frondosa debe de ser afrodisíaca, porque de otra manera no se explica que Mariano sea presidente. La barba de Mariano no es gran cosa, de acuerdo, pero tampoco merece la pena que la cultive más, a no ser que se lleve peinarla sobre la frente. Somos uno de los pocos países del mundo, aparte del Estado Islámico, donde tenemos un hipster a los mandos. Quién iba a decirnos que Rajoy acabaría siendo cool y el doctor Bacterio sexy.
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