Opinión · Punto de Fisión
Filosóficamente hablando
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El peor sitio para hablar de filosofía es un aula de filosofía. Pablo Iglesias y Albert Rivera lo demostraron con creces en un debate mano a mano en el que, sin saber muy bien cómo, acabaron suspendiendo la selectividad con veinte años de retraso. Cuando le preguntaron por un filósofo, Iglesias recomendó a Kant pero citó mal el título de la obra maestra del genio de Könisberg. Recomendó "La ética de la razón pura" y en ese momento Marhuenda, con razón, se cogió un cabreo tremendo. Más sincero y más comedido, Rivera decidió no arriesgarse y se marcó un Sofía Mazagatos metafísico: "No he leído ningún título en concreto pero me da igual". Seamos sinceros, al igual que Rivera, muy pocos hemos leído La crítica de la razón pura, aunque casi todos hemos visto la película. No sólo no leemos a Kant sino que tampoco lo leemos en alemán.
Podía haber sido peor, podían haber recomendado medio kilo de Schopenhauer. Visto desde esta perspectiva cómica, el debate tuvo un único ganador claro: Mariano Rajoy, que se quedó en casa repasando a Manolo Lama. El número uno de su promoción en las oposiciones a registrador de la propiedad sigue cobrando un tercio de su sueldo por la plaza que no ejerce (alrededor de 325.000 euros anuales) más unos 150.000 euros anuales como presidente del PP y más de 70.000 como presidente del gobierno. A nadie le cabe duda de que este hombre, se diga lo que se diga, es un genio. De hecho, con lo que cobra, es tres genios. Es lógico que tampoco le preocupen mucho las reivindicaciones económicas de Albert Rivera, que quiere triplicar el sueldo del presidente del gobierno únicamente para que los mejores puedan dedicarse a la política sin perder dinero. Rivera aquí comete el clásico error de malinterpretar a Darwin: no sobreviven los mejores sino los más aptos.
En medio del ridículo atroz de las dos celebrities de la nueva política española vuelve a triunfar la pose estatuaria de Mariano, ese tancredismo ontológico que parece calcado de un proverbio árabe. Mariano se ha sentado a la puerta de la Moncloa a esperar que desfilen los cadáveres de los otros candidatos. Otro encuentro en la cumbre entre Iglesias y Rivera en la facultad de Económicas podría terminar con ambos intelectuales recomendándonos la lectura de El Capital de Groucho Marx o La riqueza de las naciones de Adam and the Ants.
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Kant, ese señor tan puntual que cuando salía a dar un paseo la gente del pueblo ponía el reloj en hora, siempre ha sido una notable fuente de malentendidos. El más glorioso que conozco le sucedió hace muchos años a un compañero de clase, el cual se compró en un kiosco un volumen de la Biblioteca Jorge Luis Borges sólo por el título: Los últimos días de Immanuel Kant, de Thomas de Quincey. "Los últimos días de Emmanuelle" me dijo con ojos destilando lujuria. "Esto va a ser la hostia". No sé qué habrá sido de él, pero no me extrañaría nada que estuviera opositando a ministro de Cultura.
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