Opinión · Punto de Fisión
Carmena la lía barba
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La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, no pierde oportunidad de alborotar a la derecha. Aquí Carmena recuerda un poco a Santiago Segura haciendo de heavy desatado en El día de la bestia, cuando le daba un tripi a su abuelo desparramado en una silla, "que si no, se me apalanca". El enésimo tripi que le ha embutido Carmena a la caverna madrileña es la ocurrencia de sacar al desfile del 5 de enero, en los distritos de San Blas y Vallecas, a una reina maga en lugar de a un rey para que equilibre la embajada de sabiduría oriental entre hombres y mujeres. Esta provocación ha sacado de sus casillas a un montón de periodistas trogloditas, muchos de los cuales ni siquiera abrieron la boca cuando la anterior alcaldesa, Ana Botella, se marchó a un SPA en Portugal dejando cinco niñas recién muertas sobre la mesa de autopsias. Es que una cosa es atentar contra ese cristianismo de grandes almacenes y otra muy distinta cuestionar la necesidad de los sacrificios humanos en aras del negocio.
El tripartito de los reyes magos lleva funcionando muchos más años que el tridente del Barca, incluso mucho más que el tripartito de Mariano, Inda y Marhuenda, como para que ahora la alcaldesa quiera torpedearlo con una enmienda a la paridad que encima se le va a quedar dos a uno. La prensa enemiga ha sacado esta afrenta a la tradición en todas sus portadas con la misma equidad con que en su día no publicó la noticia de que Carmena detuvo más de dos millares de desahucios que habían sido aprobados por su antecesora en el cargo después de acordar que las viviendas pasaran a un fondo buitre.
Carmena, satánica y de Carabanchel, prefiere el cristianismo rancio de los evangelios, el cristianismo de dar de comer al hambriento y refugio al pobre, en lugar del cristianismo posmoderno de los belenes kilométricos y las avenidas festoneadas de luces. Podía haber dicho desde el principio que no iba a cambiar de género ni a Melchor ni a Gaspar, sino que simplemente iba a dejar que una mujer se ataviara con una barba falsa, igual que sus colegas masculinos se avejentan en blanco y en pelirrojo. Antes de que pudiera explicarse, se le ha echado encima una caterva de ortodoxos que pretenden ahora levantarle los faldones a los reyes magos igual que los sacerdotes judíos de La vida de Brian prohibían a las mujeres inmiscuirse en las lapidaciones y a ellas no les quedaba más remedio que disfrazarse con una barba. Liderada por Esperanza Aguirre, la oposición en el ayuntamiento cada día se parece más a La vida de Brian y, en concreto, a la secuencia de la alpargata. Lo más raro es que esta peña tan católica todavía no ha caído en la cuenta de que Baltasar, la mayor parte de las veces, no es un negro auténtico sino pintado con betún. Va a ser por eso que les gusta tanto.
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