Opinión · Punto de Fisión
Relaciones de pareja
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El PSOE y el PSC han decidido concederse una pausa de dos meses para ver si continúan juntos la película o se van cada uno por su lado. Es un hecho bien conocido que cuando una pareja acuerda darse un tiempo para ver si salvan la relación suele ocurrir que la relación ya se ha ido a tomar por saco. Es un período de reflexión no muy distinto al que precede a una jornada electoral sólo que bastante más largo. En cualquier caso, la decisión de cortar o de seguir ya fue tomada hace tiempo. Sin embargo, lo que distingue este caso concreto de una crisis de pareja al uso es que no se sabe muy bien qué clase de pareja forman el PSOE y el PSC. No son exactamente un matrimonio, ni novios y residentes en Madrid, ni amigos con derecho a roce, ni siquiera está muy claro que sigan siendo amigos. Parecen más bien padre e hijo, o tío y sobrino, uno de esos dúos húmedos, complejos y freudianos que en una novela decimonónica disfrazaba un incesto.
En el PSOE acordaron llamar a una gestora para que pusiera orden en el divertido pifostio que se montó cuando quisieron descabalgar a Pedro Sánchez de la burra y al pobre hombre le dio por resistirse y dejarlo todo hecho unos zorros. Hubo que descabalgarlo a collejas. Tal y como quedó Ferraz, más que a una gestora tendrían que haber llamado a una cooperativa de fontaneros, albañiles y pintores para arreglar los desperfectos. Después tendrían que haber acudido a un gabinete psicológico con la idea de que el partido entero se recostase en un diván y explicase sus múltiples traumas a un buen analista. Por ejemplo, por qué dicen unas cosas cuando están en la oposición y luego hacen exactamente lo contrario cuando alcanza el poder; o por qué piensan que son una formación de izquierdas o de centro izquierda cuando son los típicos señores de derechas de toda la vida, lo que se dice socialdemócratas de tomo y lomo. Aunque el PSOE, pobrecito, todavía no se ha dado cuenta y sus votantes tampoco.
Preguntarse por la propia identidad es la primera condición de la salud mental, pero en el PSOE aún creen en el socialismo sin Marx, en la democracia sin bases y en la izquierda sin alcohol. Javier Fernández y Miguel Iceta se han estrechado la mano después de una reunión de hora y media, sí, los dos con la mano derecha. Como siempre, las diferencias irreconciliables de una pareja van encaminadas a la supervivencia de cada uno después de la catástrofe. Han acordado darse un margen de dos meses porque les asusta la perspectiva abierta tras el divorcio: el PSOE podría desaparecer de Cataluña y el PSC podría desaparecer del mapa. A la profundidad alcanzada después de la espectacular bajada de calzoncillos en la investidura de Mariano, la única incógnita que queda por resolver es si aguantarán el órdago de los presupuestos generales o se bajarán también las bragas. A estas alturas de la charlotada lo que necesita urgentemente el PSOE es un guionista de guardia.
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