Opinión · Punto de Fisión
Autopsia del héroe
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Ignacio Echeverría es un héroe incómodo para los británicos, se lo mire por donde se lo mire. Muchos de ellos han preferido ensalzar la caminata despaciosa de una especie de Quiet Man o de Gran Lebowski que, con una pinta de cerveza en la mano, iba esquivando los empujones y carreras de la peña aterrorizada en un ejemplo extremo de esa virtud nacional que se ha dado en llamar flema inglesa. Tranqui, tío, tranqui. En cambio, un hombre que vuelve atrás, al epicentro del espanto, sin otra cosa encima que un monopatín para enfrentarse a tres bestias que estaban acuchillando a una mujer, como que no tanto. La BBC News y algún otro periódico british lo han llamado the spahish skateboard hero, "el héroe español del monopatín", pero sin demasiado énfasis. No vayan a compararlo con el Hombre Tranquilo que huyó salvando su pinta sin derramar una puta gota.
Desde luego, el tratamiento que las autoridades del Reino Unido han dado al cuerpo de Ignacio y a su familia dista mucho no ya del que se debe a un héroe sino a una simple y humilde víctima. Dada la infame campaña de desprestigio que azuzaron los medios británicos contra la policía portuguesa durante el caso Madeleine, no hace falta darle muchas vueltas a lo que hubiera ocurrido si, en lugar de en Londres, el apuñalamiento hubiera tenido lugar en Atenas, en Roma o en Madrid, y el héroe intempestivo hubiese resultado ser súbdito británico. Ya nos estarían pitando los oídos con las acusaciones de tercermundismo y chapuza mediterránea ante la pachorra de un gobierno incapaz de agilizar los trámites y la incompetencia de unos forenses que necesitan cuatro días para identificar a una víctima de arma blanca, como si en lugar de un cuchillo le hubiera pasado por encima una apisonadora. A menos que no sea una víctima de arma blanca.
Es posible que los protocolos de actuación previstos por el gobierno británico en casos de terrorismo sean particularmente torpes, torpeza a la que hay que sumar la prudencia y el temor ante el modo en que los asesinatos podían influir en los resultados electorales. Después de todo, Theresa May fue, como recordaba su rival Jeremy Corbyn, la principal impulsora de los recortes policiales que ha ido sufriendo el país desde que ocupó el cargo de secretaria de Interior en el gobierno de David Cameron.
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Como consuelo nos queda únicamente el gesto magnífico de Ignacio, plantando cara al terror e intentando ayudar a un semejante. Rota de dolor, su familia lo recuerda como un hombre bueno, generoso, íntegro y solidario, aunque hubiera dado igual que no lo fuese, porque su coraje final lo redimiría de cualquier mácula. No hay nada en el legado de bondad de Ignacio, ningún hito de su pasado, ninguna marca biológica que pudieran encontrar los médicos que justifique el acto de valor supremo en que entregó su vida. Un acto que nos recuerda, una vez más, que vivimos como corderos entre lobos y que, como advirtió Burke, para que triunfe el mal basta con que los hombres de bien no hagan nada.
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