Opinión · Punto de Fisión
El lapsus entre Gabilondo y Ayuso
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El fin de semana pasado, en los prolegómenos a la campaña, Gabilondo descolocó a todo el mundo asegurando que él hubiera hecho lo mismo que Ayuso, es decir, no cerrar la hostelería y los bares durante la pandemia. No se sabe si lo dijo en serio o si fue un lapsus, aunque los lapsus, como bien sabía Freud, revelan mucho más que las confesiones firmadas y certificadas. Recién despertado de los dos largos años de hibernación en que -probablemente por no molestar- no dijo ni esta boca es mía, empezó por vetar a Pablo Iglesias y, continuando con su estrategia de alejarse de los extremismos, ha acabado por pedir el voto para el PP.
Gabilondo es un hombre demasiado serio como para tomárselo a broma, aunque sus últimos lapsus apuntan a la posibilidad de que el lapsus lo tengan los votantes el día de los comicios y lo terminen confundiendo con Ayuso. No sería la primera vez que el PP y el PSOE acercaran posiciones, especialmente en cuestiones económicas, hasta volverse casi indistinguibles. De hecho, a estas alturas, González y Aznar tienen tantas cosas en común que prácticamente son el mismo ex presidente: podría hacerse una lista de frases de uno y de otro durante la última década (sobre Venezuela, sobre la monarquía, sobre Podemos, sobre la extrema derecha, sobre los bigotes en peligro de extinción, sobre los gorilas albinos) y sería muy difícil adivinar cuáles son de Felipe y cuáles de Jose Mari.
El proceso de identificación del candidato del PSOE con la presidenta de la Comunidad de Madrid culminó durante una entrevista a Ayuso en La Sexta Noche, cuando el presentador Iñaki López sufrió otro lapsus y la despidió llamándola “señor Gabilondo”. Tenía que ocurrir más tarde o más temprano, ya que, a fuerza de lapsus y más lapsus, esta estrategia de travestismo político ha llegado a un éxito rotundo, palpable en el resultado de las últimas encuestas electorales, en las que el PP dobla al PSOE en intención de voto. “Si no puedes con tu enemigo, únete a él” no es una frase de Hegel, pero a quién le importa. A Gabilondo aún le falta ir un paso más allá y fotografiarse en cuclillas junto a un atún para que la gente no sepa a qué carta quedarse y acaben trastocando las papeletas.
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Sin embargo, en la carrera por la simpatía popular Ayuso lleva mucha ventaja a Gabilondo y la aumentó todavía más durante el fin de semana al llamar “mantenidos subvencionados” a los madrileños hambrientos que hacen cola frente a los centros de Servicios Sociales para recoger alimentos. No es un lapsus freudiano sino otro poema en prosa, un hallazgo semántico más de una mujer que empezó su carrera política ladrando por boca de un perrito a 4.200 euros mensuales y que ha recuperado en su programa electoral las ayudas a los “concebidos no nacidos”. Tampoco es exactamente un insulto porque resultaría imposible encontrar a un madrileño a quien le cuadrara el concepto de “mantenido subvencionado” mejor que a la propia Ayuso. “La caridad bien entendida empieza por uno mismo”, tampoco es una frase de Hegel, pero lo parece. Un lapsus en cualquier caso.
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