Opinión · Del consejo editorial
La potencia del pensamiento único
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JORGE CALERO
El pensamiento único tiene una vitalidad y una potencia notables. Consigue medrar e imponerse en contextos que aparentemente le resultan desfavorables. Durante los primeros meses de la crisis pareció estar en entredicho; sin embargo, poco después volvemos a verle rampante, imponiendo sus puntos de vista en medios de comunicación y en gobiernos. Sus explicaciones son simples (simplistas), pero parecen tener “gancho”: ¿quién es el culpable de la crisis? Los trabajadores, por no trabajar suficiente y de forma suficientemente flexible; subsidiariamente, los desem-
pleados, por empeñarse en seguir desempleados con objeto de cobrar prestaciones de desempleo. ¿Cómo podemos salir de la crisis? Reduciendo la presencia de los sindicatos en el mercado de trabajo y haciendo que el sector público se contraiga, preferiblemente hasta límites cercanos a su desaparición. ¿Cómo garantizamos la continuidad del pago de las pensiones? Haciendo trabajar más años a los trabajadores. Y así sucesivamente: respuestas repetidas ad infinítum y ad náuseam pero que no por ello pierden su, digamos, “atractivo popular”.
La “revolución liberal” impulsada desde 1947 desde la Mont Pelerin Society de Hayek es, en la actualidad, de hecho, prácticamente indistinguible de la “revolución conservadora”. Sus formulaciones más extremas, como el Tea Party, a pesar de (o precisamente debido a) su esencia caricaturesca, capturan la atención de los medios y, eventualmente, de los electores. Cuanto más esquemático es el mensaje, más contagioso.
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El pensamiento único, por otra parte, sitúa por definición la carga de la prueba en el adversario. Mientras que sus ideas pasan por ser autoevidentes, los adversarios ideológicos hemos de poner en juego, a menudo sin éxito, un abanico detallado de argumentos. A veces parecen calar, pero no, inmediatamente vuelven a imponerse los estereotipos neoliberales. Un buen ejemplo de ello lo encontramos en las recientes discusiones sobre la reforma del sistema de pensiones.
La pregunta que me parece más trascendente, ante este panorama, es qué resistencia puede ofrecer la izquierda, qué barreras y alternativas puede construir. De momento, la permeabilidad, especialmente de los partidos socialdemócratas, está siendo excesiva, lo que desvirtúa el atractivo electoral de estos partidos y, más allá de ello, pone en riesgo la pluralidad democrática.
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Jorge Calero es catedrático de Economía Aplicada
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