Opinión · Del consejo editorial
Dedicado a Liu Xiaobo
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PERE VILANOVA
Dijo el Maestro: “La Virtud Superior le es más necesaria al pueblo que el agua y el fuego. He visto a hombres que perecían por entrar en el agua o el fuego, pero nunca he visto a nadie perecer por entrar en la Vía de la Virtud”.
También dijo: “El Hombre superior es fiel, pero no sigue a ciegas”. Y en otra ocasión: “Aunque tengas el conocimiento para alcanzarlo, si tu virtud es insuficiente, lo que obtengas lo pierdes. Si tienes el conocimiento para alcanzarlo y la virtud suficiente para mantenerlo, pero no manifiestas la dignidad correspondiente, el pueblo no lo respetará”.
Podemos añadir que dijo: “El ejercicio de la virtud está incluso por delante del Maestro”. Y además: “Estudiar sin reflexionar es una ocupación vana; reflexionar sin estudiar es un gran peligro”. Y la mejor de todas: “El Duque Ai preguntó al Maestro: ‘¿Qué hay que hacer para conseguir el apoyo del Pueblo’?; El Maestro respondió: ‘Elevad a los cargos del Gobierno a los rectos y relegad a los torcidos, y el pueblo llano os apoyará; elevad a los torcidos y relegad a los rectos, y el pueblo llano no os apoyará”. El Maestro se llama Confucio, y como escribe Jerónimo Sahagún en su brillante traducción y edición de Las Analectas: enseñanzas, orientaciones y consejos (J. J. de Olañeta editor, Palma de Mallorca, 2003): “Confucio, en una palabra, muestra la actitud de estar alerta que permitirá no dejarse engañar espiritualmente, o no dejar que nos engañemos a nosotros mismos con suplantaciones de principios ni simulacros de cualidades…”.
Las autoridades chinas han optado deliberadamente por hacer todo lo contrario de lo que recomienda Confucio, inventándose sobre la marcha un “premio Nobel paralelo” llamado Premio Confucio. Con ello han ofendido no sólo a la memoria de Confucio (que es un activo intelectual de toda la humanidad, no sólo de los chinos), sino que ofenden la inteligencia de todo el mundo, hasta la suya propia. Es cierto que los premios Nobel de la Paz son a veces polémicos (Kissinger, Sadat y Beguin, etc.), pero en ocasiones aciertan de lleno y justifican con creces su objetivo, desde Mandela a Aung San Suu Ky, pero estos días sobre todo al dárselo a Liu Xiaobo, paradigma del espíritu de Tien An Men. Pasarán los años y los actuales dirigentes chinos (por no mencionar al supuesto jurado del Premio Confucio) irán al desván de la Historia. Pero Liu Xaobo nos redime a todos.
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Pere Vilanova es Catedrático de Políticas
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