Opinión · Del consejo editorial
El discurso del enemigo
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RAMÓN COTARELO
ETA dice estar en guerra con el Estado español. Por eso habla de acción militar, de alto el fuego, treguas y mediaciones internacionales. Hace tiempo también que los estados aceptan la doctrina estadounidense de que la lucha antiterrorista es una nueva forma de guerra de la era global en la que los combatientes se ocultan y no hay frentes territorialmente delimitados, de modo que los terroristas ignoran las fronteras nacionales y colaboran a través de ellas. Eso lo sabe muy bien el PP, que aún busca pruebas de la colaboración entre el terrorismo etarra y el islámico en el atentado del 11-M.
A su vez los estados colaboran en la guerra contra el enemigo que se considera común aunque tome formas distintas en cada país. Uno de los frentes no territoriales de máxima actividad en esta guerra es el propagandístico, porque la comunicación es un terreno de batalla esencial que puede darse por ganada cuando se consigue que el enemigo acepte el discurso propio. Por eso, la regla de oro de la guerra es que un bando no puede dar más crédito al discurso del enemigo que al propio porque equivale a darle la victoria, a lo que en términos bélicos, de guerra, se llama traición.
En el extranjero deben de estar atónitos al ver que, pese a haberse comprometido a ello, la oposición conservadora no sólo no apoya la política antiterrorista del Gobierno, aunque esté dando obvios frutos (los mal pensados dicen que precisamente por eso), sino que lo ataca usando como pruebas los documentos del enemigo, su relato, su discurso. Como están atónitos y hastiados los demás partidos de la Cámara excepto, al parecer, UPyD, que pide transparencia al Gobierno. Transparencia en la guerra.
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Poner la lucha antiterrorista al servicio de los intereses electorales de un partido y hacerlo por enésima vez descalifica a ese partido como aspirante legítimo a la gobernación del Estado, que es, obviamente, lo único que le interesa. Pedir la dimisión de un ministro del Interior que es el mejor que ha tenido la democracia en el ramo sólo porque puede ser candidato a la presidencia del Gobierno y candidato peligroso es juego sucio y no está a la altura de las exigencias éticas de la política democrática.
Ramón Cotarelo es catedrático en Ciencias Políticas
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