Opinión · Del consejo editorial
Insolidaridad y crisis de la UE
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JOSÉ MANUEL NAREDO
Economista y estadístico
Tras tanto hablar de la cohesión social para afirmar que el proyecto de la UE trascendía de la mera unión mercantil originaria, la crisis ha venido a aclarar sin tapujos que es la Europa del capital, y no la de los ciudadanos, la que prima en la toma de decisiones. Los recientes movimientos de protesta vienen a recordar las promesas violadas de esa Europa unida y solidaria a la que hacía mención el Tratado de Lisboa.
Para contentar a la mayoría, se presentó la adhesión a la UE de los países hoy llamados “periféricos” como la entrada en un club de ricos que, guiado por el objetivo de la
cohesión social, iría construyendo un espacio cada vez más homogéneo en derechos, retribuciones y prestaciones sociales. Sin embargo, al cebarse precisamente en los “países periféricos” las agresiones a las retribuciones, derechos y prestaciones sociales de los trabajadores, practicadas al calor de la crisis, se hundió el sueño de esa Europa de ciudadanos libres e iguales, llamados a participar en instituciones que, se suponía, irían reforzando la unidad política y la cohesión social en un espacio heterogéneo.
Por ejemplo, según las estadísticas de la UE, el coste laboral por hora de trabajo en Rumanía era antes de la crisis sólo el 15% de la media de los 27 y el gasto social y las pensiones per cápita apenas alcanzaban a ser el 4 y 5% de la media comunitaria; pese a ello, se han acordado drásticos recortes en aras de una supuesta mejora de la competitividad. Lo mismo ha ocurrido en Grecia, Portugal y España. Cuando en nuestro país el coste laboral por hora de trabajo, el gasto social y las pensiones a duras penas llegan a ser la mitad que en Alemania y se sitúan bien por debajo de la media de la UE de los 27, se vienen imponiendo más y más recortes en retribuciones, cotizaciones y derechos sociales. Es vergonzoso que se juegue a salvar la UE hundiéndola como proyecto socio-político, pues ya no se habla de igualar por arriba, ni siquiera de igualar por abajo, sino de degradar más y más la precaria situación de los de abajo, ampliando la grave polarización social del espacio europeo, a la vez que se corre un tupido velo sobre los factores que de verdad sesgan la productividad y los ingresos a favor de los ricos.
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