Opinión · Del consejo editorial
11-S: balances subjetivos
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PERE VILANOVA
Catedrático de Ciencia Política
Admitamos modestamente de entrada que opinar sobre este décimo aniversario del 11-S no es tarea fácil, si uno tiene el comprensible temor a ser reiterativo o redundante. Dicho esto, de las diversas opiniones y puntos de vista saldrá por decantación un cierto horizonte interpretativo, útil para unos u otros. De entrada, es más sencillo opinar sobre el 11-S desde su décimo aniversario que en el mismo momento en que sucedió. Es uno de esos acontecimientos que todo el mundo recuerda vivamente y sobre el que cada uno tiene una fuerte opinión. Por tanto, quizá un ejercicio interesante fuera el de volver la vista atrás y reflexionar sobre si a estas alturas, 2011, las cosas son y están como nuestras primeras reacciones de entonces nos incitaban a pensar.
Dejemos de lado los extremos obvios por absurdos o sobradamente desmentidos, al menos desde un punto de vista medianamente ponderado. Hubo quien dijo –y quedó escrito– que aquello era la IV (¡sí, la cuarta!) Guerra Mundial, siendo la Guerra Fría la tercera de la serie. Lo grave no es la exageración, lo grave fue que esto lo dijo gente que entonces tenía un enorme poder de decisión en, por ejemplo, el Gobierno de EEUU. De ahí los pretextos para, por ejemplo, Irak, Guantánamo y lo que cada cual quiera añadir. Pero en el otro extremo, todavía hace muy pocos días, un importante intelectual –con mucho predicamento entre amplios sectores del 15-M– afirmaba textualmente que el 11-S “fue un autoatentado del Gobierno de EEUU, necesitado de un nuevo enemigo después de la desaparición de la Unión Soviética”. Como suele suceder en el mundo real, el balance es más complejo. El asalto al sistema de derechos y libertades, por poner un ejemplo obvio, ha sido mucho más severo en EEUU, y parcialmente en el Reino Unido, que en la Europa continental o en America Latina. Por otra parte, los más importantes desajustes del mundo actual (2011) tienen poco o nada que ver con Bin Laden y Al Qaeda, desde el colapso de la burbuja financiera de 2008 a la sostenida voracidad de los “mercados”, pasando por la especulación mundial sobre las materias primas alimentarias (trigo y arroz, por ejemplo), que anuncia otra catástrofe por venir. Al Qaeda está embarrancada, pero el mundo no es más seguro por muchas otras razones.
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