Opinión · Del consejo editorial
La moral de la industria farmacéutica
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MIGUEL ÁNGEL QUINTANILLA FISAC
Catedrático de Lógica y Filosofía
de la Ciencia
Es legítimo que una empresa corte el suministro de medicamentos a un país como medida para cobrar sus deudas? Pensábamos que cosas así no podían suceder en una sociedad como la nuestra, con un servicio de salud financiado con fondos públicos y, por tanto, con la máxima solvencia. En sociedades así, la salud de los ciudadanos no puede depender de la voluntad, el poder, la riqueza o la prepotencia de un proveedor ni de la posible insolvencia de las instituciones sanitarias. O al menos eso es lo que pensábamos hasta ahora. Acabamos de enterarnos de que esto puede cambiar y una multinacional farmacéutica puede dejar de suministrar medicamentos a Grecia o a España porque no puede o no quiere aguantar más tiempo sin cobrar las facturas que le deben algunos hospitales o farmacias de estos países.
Llevan razón los gestores de la multinacional. Estamos en una economía de mercado: ellos hacen sus inversiones, gracias a las cuales nos ofrecen continuamente nuevos medicamentos de gran utilidad para nuestra salud. Y para que el sistema funcione ellos deben cobrar por los productos que suministran. Pero aquí hay algún problema. O la economía de mercado es un buen sistema y entonces no es concebible que, como resultado de su correcto funcionamiento, una multinacional pueda dejar sin medicinas a un país, o hay que aceptar que esto es posible en una economía de mercado, y entonces es evidente que tal sistema económico requiere una drástica revisión.
O el sistema tiene una solución al problema o hay que cambiar el sistema. Las multinacionales farmacéuticas deberían empezar a pensar en todas las alternativas. Y los gobiernos europeos también. De hecho ambos están ya acostumbrados a colaborar intensamente. Los gobiernos financian la investigación básica y la colaboración de las instituciones científicas públicas en los costosos procesos de I+D de las industrias farmacéuticas, y estas aceptan restricciones legales para poder desarrollar su negocio. Sólo habría que añadir una nueva regla moralmente exigible: antes permitir su ruina que su deslealtad con los pacientes. No es una regla muy ortodoxa en una pura economía de mercado, pero la industria farmacéutica tampoco debería aspirar a ser un ejemplo de empresa puramente mercantil.
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