Opinión · Del consejo editorial
La hora de la verdad
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José Manuel Naredo
Economista y estadístico
Tras tanto tiempo de tribulaciones, parches y gestos dilatorios, la crisis del euro se ha ido agravando. Se acerca así la hora de la verdad en la que las decisiones de la cumbre del 8 de diciembre condicionarán, por activa o por pasiva, el futuro del euro y de la UE. Reflexionemos sobre la encrucijada actual.
Hay que recordar que la crisis del euro deriva de insuficiencias de diseño en la propia unión monetaria europea. El riesgo de impago de algunos países resulta de haber dado rienda suelta a prácticas especulativas que acentuaron su endeudamiento exterior, a la vez que los acuerdos del euro les impiden pagar sus deudas emitiendo moneda o aligerarlas depreciándola. El problema tiene que ver con la paradójica situación de un Banco Central Europeo (BCE) que dicta la política monetaria por encima de los estados miembros sin ser garante de ellos, ya que sólo otorga liquidez a la banca, no a los estados. Bajo el engañoso lema de “más Europa”, las nuevas decisiones apuntan a completar la unión monetaria con otra presupuestaria, que permita al BCE respaldar a los estados a cambio de exigir, como contrapartida, drásticos recortes a países deudores cuyas condiciones sociales y laborales se sitúan bien por debajo de la media comunitaria.
Poco importa que el salario por horario y el gasto social por persona sean en España cerca de la mitad que en Alemania. Cuando Merkel dice que trata de evitar que el contribuyente alemán pague las deudas de países pródigos, soslaya la responsabilidad compartida de las deudas promovidas por las oligarquías de estos países en perfecta sintonía con los inversores y exportadores centroeuropeos. Se trata de conseguir que paguen ignorando que la depresión de los deudores acabará afectando también a los acreedores. Dentro de esta opción servil al núcleo duro de intereses acreedores centroeuropeos se contempla incluso que un grupo selecto de países solventes emita y garantice su propia deuda al margen de los demás. Por este camino, la UE avanza hacia su desintegración, pues no cabe hacer “más Europa” destruyendo su cohesión social y territorial. Frente a las despóticas imposiciones de la Europa del capital, sólo cabe anteponer la rebelión de esa otra Europa de los pueblos.
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