Opinión · Del consejo editorial
Los puentes y la productividad del trabajo
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Jorge Calero
Catedrático de Economía Aplicada
La CEOE, coincidiendo con la semana de puentes del 6 y 8 de diciembre, repitió su propuesta de eliminar puentes y concentrar el máximo posible de días festivos en lunes. Tal propuesta se enmarca en el actual contexto de crisis y de las recetas para combatirla que, finalmente, suponen una redistribución más intensa de los recursos hacia el capital en detrimento de la posición de los trabajadores. Hacer trabajar más días a los trabajadores españoles, lógicamente, incrementa la productividad por persona ocupada. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los trabajadores españoles ya trabajamos bastantes más horas, como media, que los trabajadores europeos. Los posibles incrementos de la productividad deberían generarse en otros factores y no justamente en las horas anuales trabajadas, donde en España batimos ya bastantes récords. Nos superan, de hecho, muy pocos países: por poco, Japón y Estados Unidos y, con mayor diferencia, Corea.
Entre los “otros factores” a los que me refiero podríamos distinguir dos grupos: en primer lugar, los que tienen que ver con el tipo de puesto de trabajo, determinado por el capital físico que se ha invertido previamente en él y por las infraestructuras, muchas de ellas públicas, que lo rodean. Y, en segundo lugar, los relacionados con el capital humano en forma de competencias que pueden desarrollar los trabajadores. El primer grupo queda prácticamente fuera del ámbito de decisión de los trabajadores, depende de la inversión empresarial y pública; el segundo, el capital humano, depende de una larga historia que en nuestro caso no ha sido especialmente brillante.
Hacer “trabajar más”, en España, es la respuesta facilona (y cargada ideológicamente) al problema de la productividad. El quid de la cuestión está en otras zonas, como el desarrollo y aplicación de nuevas tecnologías, que no mejoran por trabajar 1.800 horas al año. Mejoran con una conjunción de esfuerzos inversores privados y públicos continuos. Aunque en una crisis como la actual estos esfuerzos resultan difíciles de mantener, debido a las limitaciones del acceso al crédito y a las restricciones en el gasto público, centrar la atención en las horas de trabajo es más propio del siglo XIX que del XXI.
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