Opinión · Del consejo editorial
Los cereales y los programas sociales
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JORGE CALERO
Si no lo ha hecho en los últimos años (pongamos, tres o cuatro) le invito a ir a un supermercado y revisar los estantes de cereales de desayuno. Las combinaciones de sabores, texturas y colores son tantas que un consumidor no avezado tiene serios problemas para encontrar lo que (quizás) le pueda interesar. El escenario de los programas sociales en España se asemeja cada vez más a esos estantes.
Las prestaciones que los ciudadanos reciben de los gobiernos (tanto central como autonómicos y locales) han proliferado y se han diversificado extraordinariamente en los últimos 30 años. En ese periodo hemos asistido a una fragmentación cada vez más excesiva que plantea serios problemas a los ciudadanos. Los programas de ayudas se van introduciendo, intentando cubrir objetivos parciales, mientras que raramente desaparece ningún programa antiguo. Por poner ejemplos claros, es justamente esto lo que sucede en el ámbito de las becas educativas, en el de las ayudas a las familias o en el de las ayudas para el acceso a la vivienda, pero casi en cualquier zona encontraremos ejemplos notables de este proceso.
¿Cuáles son los motivos de esta fragmentación? En primer lugar, los gobiernos tienden a gastar más dinero, por medio de nuevos programas, antes de las elecciones. El ciclo político incentiva, así, la proliferación de ayudas, fenómeno sobradamente conocido en España. En segundo lugar, los gobiernos intentan atender los deseos y preferencias de una clase media donde se sitúan buena parte de sus votantes; adaptarse a las preferencias de una clase media muy diversa hace que los tipos de ayuda no sean en modo alguno los antiguos subsidios orientados a “los pobres”, ayudas simples con objetivos simples.
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Destacaré dos consecuencias negativas de esta fragmentación. La primera, la confusión que genera en los potenciales beneficiarios. La dificultad de acceso a la información hace que muchos de ellos simplemente no soliciten una prestación a la que tienen derecho. Este fenómeno, conocido como non-take-up, se da con mucha más frecuencia de lo que sería presumible. Una segunda consecuencia es la creciente importancia de filtros que encauzan el acceso del ciudadano a las ayudas.
Sólo un ejemplo: las probabilidades de que una familia acceda a determinadas ayudas escolares (para comedor, por ejemplo) dependen, además de las características de la familia, de si la escuela proporciona información y apoya a la familia a la hora de efectuar la solicitud.
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El problema de la fragmentación no tiene una solución fácil. Sin embargo, las cosas mejorarían evitando, en cada nueva medida que afecte a una prestación, la tendencia a poner parches. Conviene diseñar las políticas con cierto rigor y coherencia, evitando solapamientos, dispersión y decisiones a corto plazo. Es mejor una única prestación estrella, bien diseñada, que llegue de forma eficaz a sus destinatarios objetivos, que varias decenas de nuevos colores y sabores en la estantería de los programas sociales.
Jorge Calero es catedrático de Economía Aplicada.
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