Opinión · Del consejo editorial
Una respuesta moral
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Francisco Balaguer Callejón
Cincuenta años después, hubiera sido un buen momento para emitir un comunicado que pusiera fin a la actividad terrorista de ETA. Sin embargo, han preferido otro tipo de conmemoración, infinitamente más siniestra, asesinando a dos personas y causando heridas a otras 66 en estos dos últimos días. Si es verdad que creen luchar por motivos políticos, deberían saber ya que existe una absoluta incompatibilidad entre los fines que pretenden y los medios que utilizan. En un sistema democrático, la libertad es incompatible con las bombas y se ejerce a través de la palabra, no de la violencia.
Desde hace ya varios años, de manera periódica, caen nuevas cúpulas de ETA y se extiende la sensación de que la banda está cada vez más débil y de que su fin se acerca. Los éxitos policiales, el estrechamiento de sus canales de financiación, la progresiva limitación de su proyección política, son factores que contribuyen a generar la impresión de que el fin del terrorismo es viable.
Sin embargo, existen otros elementos, quizás no tan perceptibles, que alimentan la idea de que la banda está encerrada en un círculo vicioso, que dificulta cualquier salida, debido a las inercias que ella misma ha generado (entre las que parece figurar en primer plano la del gran número de presos que están encarcelados con condenas pendientes para muchos años).
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Ese círculo vicioso es lo que parece mover todavía a los sectores que apoyan a ETA. Caminan ya sin el aliento de una convicción que les guíe, más allá del peso de su propia historia. Sin embargo, destruir es tan fácil que siempre podrán poner unas cuantas bombas y mantener la tensión moral que el terrorismo provoca en nuestra sociedad. Porque la reacción frente a la barbarie genera, inevitablemente, un conflicto entre la irracionalidad que el terrorismo supone y las respuestas que un Estado de Derecho puede dar. Los atentados no sólo se llevan por delante a personas que tenían familias, amigos y proyectos de vida que nunca podrán ya realizarse. También nos hacen más vulnerables porque extienden la miseria moral que está detrás de cualquier acto de violencia.
Frente al terrorismo de ETA no caben soluciones milagrosas. El repudio que hoy expresamos será seguido, lamentablemente, por otros actos terroristas que tendremos que condenar con la misma vehemencia. Cuantos más atentados se produzcan, mayor será la sensación de letanía y de impotencia que tengamos. Tan duro como enterrar a los muertos y curar a los heridos es saber que seguramente no serán los
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últimos. Sin embargo, tenemos que seguir dando siempre una respuesta firme y decidida, que haga ver a los asesinos que no van a conseguir nunca debilitar nuestras convicciones, ni alterar las reglas en las que se basa la convivencia democrática. Por importantes que sean los éxitos policiales en el futuro, lo que puede resultar decisivo es la respuesta moral ante el terrorismo, una lucha en la que toda la sociedad debe implicarse y ante la que no cabe permanecer indiferente.
Catedrático de Derecho Constitucional
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