Opinión · Del consejo editorial
Los curas vascos
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RAMÓN COTARELO
Los curas vascos son una fuerza política en sí mismos. Casi una fuerza de la naturaleza, y su encaje en el conjunto de la Iglesia española de siempre ha sido problemático. Franco fusiló pocos curas, ya que el clero en general le era adicto pero, de los pocos que fusiló, casi todos fueron vascos.Únicamente el clero de Euskadi osó oponerse en conjunto a la dictadura, como se prueba por el famoso escrito de los 300 curas vascos en 1960 en defensa de su pueblo y en contra de las prácticas del régimen que, a su vez, abrió una “cárcel concordataria” en Zamora para curas de nuevo en gran medida nacionalistas vascos.
Durante la democracia, el clero de Euskadi, con sus obispos al frente (obispos de la casta de aquel monseñor Añoveros que también se las tuvo tiesas al dictador), ha venido manteniendo una actitud en el llamado “conflicto vasco” que lo incardina dentro del horizonte nacionalista. La derecha española ha criticado acerbamente esa posición, acusándola de tibieza frente al terrorismo cuando no de franca complicidad con los terroristas. Es la misma derecha que en numerosas ocasiones ha hecho causa común con la Iglesia española en cuestiones mundanas, desde la defensa de la familia tradicional supuestamente atacada por el reconocimiento de los derechos de los homosexuales hasta la oposición a la enseñanza de la ciudadanía, pasando por la reforma legislativa del aborto.
La política, como la naturaleza, tiene horror al vacío, y en el caso de la Iglesia, una institución que, sin demérito de su supuesto carácter divino, es radicalmente política, capaz de dar al César lo que es de Dios si cree que beneficia sus intereses del siglo, a mayor abundamiento. Si los párrocos guipuzcoanos han protestado contra el nombramiento de monseñor Munilla es porque este representa una orientación política ultraconservadora nacionalista española y su nombramiento, típicamente político, como todos los de obispos ya antes de las guerras de investiduras, responde a un cálculo estratégico episcopal y vaticano. Se trata de aprovechar el vacío de poder nacionalista en las instituciones vascas con el PNV en la oposición y el Gobierno de la comunidad autónoma en manos del PSE-EE, apoyado por el PP en una alianza de partidos nacional-españoles, para dar un giro conservador, incluso reaccionario y también nacional español, a la política diocesana de Guipúzcoa.
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Ya es paradójico que la misma derecha española –que no ve nada reprobable en el hecho de concertar su acción política con la Iglesia católica incluso en manifestaciones y algarabías callejeras– sea quien critique que parte del clero vasco, la mayoría de los párrocos guipuzcoanos, adopte una actitud de trasfondo político en la línea del nacionalismo del PNV. Pero llega a lo sublime que, para justificar su crítica, se arrogue competencias dogmáticas sosteniendo, como hace la presidenta del Parlamento vasco, Arantza Quiroga, que monseñor Munilla dice “lo que dice la Iglesia”. De donde se sigue que los curas vascos que lo impugnan no dicen lo que dice la Iglesia o dicen lo que la Iglesia no dice, que es mucho decir.
Ramon Cotarelo es catedrático de Ciencias Políticas
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