Opinión · Del consejo editorial
Barrios cerrados
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CARME MIRALLES GUASCH
Preofesora de Geografía Urbana
De la película Las viudas de los jueves, de Marcelo Piñeyro, actualmente en cartel, me quedo con una escena. El coche sale del condominio cerrado, la urbanización de lujo donde viven sus protagonistas en Buenos Aires. La puerta, una parte de la valla que rodea toda la urbanización, se cierra y los espectadores se quedan dentro, visualizándola como una reja, encerrados dentro de una cárcel. Una cárcel de lujo, pero una cárcel al fin y al cabo.
Esta es una imagen que, en unos segundos, cuenta qué son en realidad estas urbanizaciones cerradas que tanto han proliferado en sociedades muy polarizadas, a modo de refugio de las clases altas. Es un fenómeno urbano que apareció a finales del siglo pasado, especialmente en Latinoamérica, que es menos conocido en Europa y que se está extendiendo en algunos países asiáticos, como China. Barrios de casas con jardín, con algunos servicios y equipamientos deportivos y sociales, donde sólo pueden entrar aquellos que viven allí y sus invitados. El espacio público se ha convertido en privado y, aunque tenga forma de calles y de plazas, no es accesible a toda la ciudadanía. Es un proceso de guetificación del espacio urbano promovido por las disparidades de renta y por la materialización y la instrumentalización del miedo, alentados por la planificación urbana privada y por la especulación inmobiliaria. Estas urbanizaciones están vinculadas estrechamente con el trazado de las autopistas metropolitanas y con grandes equipamientos como los shopping centers, los parques temáticos, etc, accesibles en coche y totalmente aislados de la ciudad tradicional.
Es una segregación espacial y social, ya que de lo que se trata es de convivir sólo entre iguales, entre personas del mismo grupo: los que tienen rentas, colores de piel, lenguajes similares, los que llevan a sus hijos a las mismas escuelas e incluso tienen oficios parecidos. Se trata de no ver al otro, al que es distinto, y, también y especialmente, de ser invisible al otro. Se trata de conseguir un estatus social a través de vivir aislado y encerrado, rodeado de los semejantes. Lo público desaparece, la sociedad pasa a ser tribal, la falta de convivencia genera miedo mutuo entre los grupos, y este pasa a ser un referente urbano.
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Pero además, tal y como refleja la película, todo lo que vive encerrado, sin aire, se pudre. Un barrio cerrado es la antítesis de la ciudad, de la diversidad y la complejidad que esta aporta a nuestras vidas, unas vidas con aire.
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