Opinión · Del consejo editorial
Las consecuencias económicas de la paz
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JUAN FRANCISCO MARTÍN SECO
Economista
El 14 de mayo de 1919, Keynes escribía a su madre, en estado –según decía– de gran depresión e incluso con fuertes remordimientos por su pequeña participación en el Tratado de Versalles: “La paz es afrentosa e imposible, sólo puede acarrear desgracias”. Poco después publicaba una de sus obras de más éxito, Las consecuencias económicas de la paz, en la que criticaba fuertemente las cargas impuestas a Alemania y denunciaba la insinceridad, hipocresía e iniquidad del tratado, pero, sobre todo, las consecuencias desastrosas que acarrearía a toda la economía europea. La paz cartaginesa impuesta a Alemania no era viable ni sostenible.
Angela Merkel haría bien en leer este libro porque, en estos momentos, es Alemania la empeñada en imponer a Grecia unas condiciones económicas que difícilmente va a poder cumplir. La situación ahora es tanto más injusta por cuanto no ha mediado ninguna contienda y el único pecado de Grecia es haberse integrado en la Unión Monetaria, colocándose así un corsé que le impide respirar. El 3 de mayo pasado, uno de los más prestigiosos diarios del mundo se preguntaba sobre la idoneidad de someter al país heleno a un ajuste tan duro puesto que, lejos de propiciar que pueda hacer frente a sus compromisos crediticios, va a hundir su economía en la deflación y en un foso desde donde le va a ser imposible pagar sus deudas.
El plan aplicado a Grecia es radicalmente injusto. En primer lugar, en una óptica interna, porque mientras un ajuste en el ámbito monetario a través de una devaluación de la divisa empobrece más o menos por igual a toda la población, cuando el ajuste se realiza en el ámbito de la economía real y con la intensidad y dureza de esta ocasión, el coste recae brutalmente y de forma exclusiva sobre los jubilados, trabajadores y funcionarios. En segundo lugar, desde la perspectiva internacional, al distribuir la carga de manera desigual entre los países miembros, castigando fuertemente a los deudores y no a los acreedores. El déficit griego tiene su contrapartida en el superávit de Alemania, país que principalmente se ha beneficiado de la Unión Monetaria y que es tanto o más responsable que Grecia, Portugal o España de los desequilibrios actuales. Tal como Keynes pensaba del Tratado de Versalles, la dureza del ajuste heleno puede ser un bumerán que se vuelva contra Europa en su totalidad.
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