Opinión · Del consejo editorial
China saca pecho en Shanghai
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LUIS MATÍAS LÓPEZ
Periodista
Para el liderazgo comunista del país más poblado del planeta, la Exposición Universal de Shanghai es una oportunidad única de mostrar al mundo que China es la superpotencia del futuro. A los dos años de unos Juegos Olímpicos que asombraron por su gigantismo, la mercadotecnia se ha llevado al límite con inversiones que doblan las de Pekín y un tamaño que triplica el de la Expo de Aichi (Japón).
El lema Mejor ciudad, mejor vida resulta paradójico a la vista de que, para hacer hueco a la muestra, se ha desalojado a 50.000 personas, y se está haciendo otro tanto para la futura Disneylandia. Los países participantes exponen innovadoras soluciones urbanas, pero su principal interés es utilizar el escenario de la megalópólis que aspira a convertirse en capital financiera de Asia para darse a conocer en el mayor mercado potencial y gran imán de inversiones del mundo. Serán chinos el 95% de los 70 millones de huéspedes que se esperan.
China es una potencia nuclear; botará su primer portaaviones este año, el mismo en que se convierte en segunda economía del planeta; creció un 11,9% en el primer trimestre de 2010; proyecta enviar un hombre a la Luna, cuenta con un asiento fijo en el Consejo de Seguridad de la ONU; tiene en su mano la estabilidad financiera mundial por sus enormes reservas de divisas y la compra masiva de bonos norteamericanos; es la supermayúscula de los BRIC (países emergentes más pujantes); y aspira a la bipolaridad de un G-2, como transición hacia una hegemonía, no sólo económica, que confía en alcanzar a mediados de siglo. Su fórmula de comunismo político y capitalismo económico, que comenzó a aplicar Deng Xiaoping hace 32 años, tiene un éxito que encubre múltiples carencias.
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Los escasos avances hacia la democracia, la represión de disidentes y nacionalistas, el abuso en la aplicación de la política del hijo único, la corrupción rampante, las desigualdades sociales que se ceban en sanidad y educación, o los contrastes salvajes interior-costa y campo-ciudad son problemas muy graves que se denuncian desde un Occidente que no se atreve a ir más lejos. La estabilidad del régimen no está amenazada, y se prevé un relevo ordenado en el liderazgo, en 2012 y 2013, cuando dejarán sus puestos el presidente, Hu Jintao, y el primer ministro, Wen Jiabao.
Entre tanto, desde Shanghai, China saca pecho y pide paso.
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