Opinión · Del consejo editorial
Inmigración en la cumbre euroamericana
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ANTONIO IZQUIERDO
Catedrático de Sociología
En la reciente Cumbre Unión Europea-América Latina y Caribe resonó la preocupación por el aumento del trato discriminatorio hacia los inmigrantes. En la crisis actual, ese trato injusto se concreta en leyes y en dos heridas sociales que van en aumento: el desempleo y la irregularidad. Sin duda, la reclamación en la cumbre apuntaba hacia la regularización pendiente en Estados Unidos y contra la ley de Arizona. En las situaciones adversas también se compite, y la UE tiene que hacerlo con EEUU en el terreno migratorio. Los frentes abiertos son el de la integración de los que están y el de la composición de los que vendrán.
Tres de cada cuatro inmigrantes latinoamericanos se hallan en EEUU. Sin embargo, desde 2001, la corriente hacia el viejo continente ha ido en aumento. Se estima que hay tres millones de latinoamericanos en la UE y que dos de cada tres están viviendo en España. Este dato tiene dos consecuencias. Una es que tenemos que llevar la iniciativa, y la otra que debemos convencer a los socios europeos. La concentración de los latinoamericanos en unos pocos países hace que su presencia no resulte apremiante para el conjunto de la UE.
La opinión pública española es bastante favorable hacia los latinoamericanos y existe la percepción de que su integración es más rápida y fácil. Lo cual no siempre es verdad, pero sí lo es que las olas de distintos países se han sucedido unas a otras acoplándose bien a las demandas del mercado de trabajo. Y también es cierto que se trata de una población social, cultural y laboralmente muy heterogénea.
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De modo esquemático, hay diferencias educativas, en su estatus legal y por sexo. Las clases medias con estudios superiores están situadas en la parte alta de la pirámide de ocupaciones. Además, más de medio millón de latinoamericanos ya se ha naturalizado o casado con europeos y disfruta del estatuto de ciudadanos comunitarios. Y luego está la gran mayoría que trabaja en la limpieza de hogares, el cuidado de ancianos y la restauración. El rasgo más destacado de esta inmigración femenina es que no está sola, sino que tiene con ella a 300.000 hijos en las escuelas.
Así que la primera tarea es la de integrar a esta mayoría de tal modo que se borre la marca de “segundas generaciones”. Y la segunda es la de atraer a los universitarios y trabajadores cualificados que iban a EEUU.
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