Opinión · Del consejo editorial
Gobierno, Parlamento, oposición
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RAMÓN COTARELO
Catedrático de Ciencias Políticas
Tiempos terribles para el Gobierno. Con una metáfora marítima, está atravesando mar revuelta con riesgo de naufragio. Hasta los analistas de su onda piden cambio de tripulación, lo que no es prudente, según la máxima ignaciana de los tiempos de zozobra. Vaya final para la planetaria presidencia española de la UE. Los de la cuerda contraria quieren elecciones anticipadas o que los corchetes se lleven a Zapatero a galeras; un presidente sobre el que llueven vituperios sin tasa. Así, cuanto más batido aparece el Gobierno, más se debilita la posición exterior de España ante los amos del mercado; cuanto más se debilita la posición de España, más se bate aquí al Gobierno. Si, como parece, hay reforma laboral por decretazo, será de ver qué actitud adopta la derecha, autora de otro decretazo por igual motivo.
Para esto está el Parlamento, sobre todo con un Gobierno que no tiene mayoría absoluta y necesita aliados. Si no los consigue en asuntos de calado puede plantear la cuestión de confianza, que se gana con mayoría simple, pero tiene el inconveniente de su valor simbólico: si el Ejecutivo la gana sólo con los votos de su grupo, escenifica su aislamiento y no garantiza su efectividad. Por eso no la habrá, ya que, para el Gobierno, cada votación es una cuestión de confianza. En la de los Presupuestos Generales del Estado se juega la clave de las elecciones anticipadas bastante más que en pedirlas a todas horas.
Junto a la cuestión de confianza aparece la moción de censura. El problema es que requiere mayoría absoluta en contra del Gobierno y a favor de un candidato alternativo y hoy eso no es probable porque la principal fuerza de la oposición está más aislada que el Gobierno y es más débil que este. Y carece de sentido sustituir un Gobierno débil y aislado por otro más débil y más aislado. El PP suscita prevención entre las demás fuerzas políticas por no exponer su programa, por sus formas frecuentemente contrarias a la corrección democrática y respeto del adversario y porque el escándalo Gürtel, le guste o no, condiciona su futuro a medio plazo. Así las cosas, cualquier vaticinio sobre los resultados de las elecciones generales de 2012 es pura palabrería.
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Por ejemplo, ¿por qué no va a pensar la mayoría que, si es inevitable hacer política económica de derecha, lo mejor es que la haga la izquierda que tiene más complejo de culpa?
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