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Opinión · Del consejo editorial

Parches al reventón

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JOSÉ MANUEL NAREDO 

La cumbre del G-20 se ha rientado más a paliar a crisis actual que a atajar

sus causas más profundas. Pero, ¿son acertados los remedios propuestos?

¿Se ha dado algún paso hacia reformas de fondo? Creo que los remedios

han de estar relacionados con el diagnóstico de la crisis y observo

que se producen a la vez errores de diagnóstico y de tratamiento.

El hecho de que la crisis actual se evidenciara a raíz de la explosión,

en agosto de 2007, del mercado de hipotecas de alto riesgo estadounidenses

llamadas subprime y de sus productos estructurados, induce

a responsabilizarlos de la crisis. Pero, ¿cómo un área de negocio

tan pequeña dentro del mundo financiero puede haber generado

una convulsión tan grande? Las hipotecas subprime y sus derivados

no causaron por si solos este embrollo. Hay que reconocer que fue una

mezcla explosiva de desregulación y relajación de la disciplina monetaria

lo que posibilitó tanto la enorme expansión de créditos y depósitos

a tipos anormalmente bajos como el despliegue de otras cadenas

más amplias de creación de activos y pasivos financieros que se apoyan

mutuamente en los balances de las empresas, aportando un ingrediente

fundamental a la actual creación monetaria globalizada. Esta gran liquidez

barata alimentó la burbuja inmobiliario-financiera y el espectacular

endeudamiento de los hogares, generando una dinámica financiera

insostenible que se acabó rompiendo por el eslabón más débil de

las subprime. La gravedad de la crisis denota que éstas fueron la punta

del iceberg de una podredumbre generalizada que habrá que sanear.

Ese saneamiento plantea la necesidad de reestructurar y renegociar un volumen importante de activos

inflados o de mala calidad. Para ello habrá que tomar en serio el

problema y crear los instrumentos -sociedades de rescate, de recapitalización,

criterios de valoración de las innovaciones financieras– necesarios para evitar la discrecionalidad

y la opacidad que han sido habituales en las operaciones de

salvamento. También habrá que acordar y hacer explícita y transparente

la intervención del Estado en el reparto de las pérdidas. Resulta inquietante que la primera

y más sólida propuesta de la cumbre apunte a apoyar la recuperación

con potentes estímulos fiscales y monetarios, antes de preocuparse

de sanear la situación. Estos estímulos pueden beneficiar

a los inversores y/o prestatarios más imprudentes, evitando que

el precio de los activos sobrevaluados baje lo que debiera y, por ende,

desplazando los desequilibrios e incertidumbres hacia el futuro. A la

postre, estas inyecciones que fuerzan  la economía a repuntar sin

haber saneado sus cimientos contribuyen a encadenar burbujas.

En lo que concierne a las medidas sistémicas, se plantea reforzar

el control y la transparencia de las entidades, los productos y

los mercados financieros, como si de descubrir la pólvora se tratara,

cuando debería hablarse de cumplir el Acuerdo de Basilea II y sus

actualizaciones. Estos ya venían proponiendo de forma bastante

matizada ese control, abarcando las llamadas operaciones fuera de

balance e, incluso, el peligro que entraña la exposición de diversas

entidades a un mismo riesgo como puede ser el pinchazo de

la burbuja inmobiliaria– no contemplado en nuestra normativa.

La falta de concreciones como estas, anida a la indecisión sobre los

paraísos fiscales, otorga al discurso de la cumbre, respecto a las medidas

de fondo, un tono más ceremonial que eficaz.

José Manuel Naredo es Economista y estadístico 

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