Opinión · Del consejo editorial
Poner fin a la adicción al petróleo
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CARME MIRALLES-GUASCH
Profesora de Geografía Urbana
Este titular no es de ningún ecologista. Es del presidente de EEUU. La pronunció en un discurso solemne frente a la nación, cuando desde hace unos dos meses están saliendo de la plataforma averiada del golfo de México entre 40.000 y 60.000 barriles diarios de crudo. Se estima que 430 millones de litros están afectando a actividades turísticas, pesqueras y agrícolas. El vertido del golfo de México es ya una de las grandes catástrofes ecológicas. Cada vez más frecuentes, cada vez mayores. El sistema económico está basado en una adicción dañina, peligrosa, incontrolable: una demanda de combustible creciente e imparable. Una demanda que obliga a perforar en lugares arriesgados, en aguas profundas, lejos de las costas. Donde la seguridad es frágil y el peligro disparatado.
El relato no es nuevo, muchos científicos llevan años advirtiéndolo, pero el negocio es muy rentable. Y la ruleta rusa no para de dar vueltas. ¿Quién será el siguiente?
La alternativa es un objetivo de doble entrada. Por un lado, incrementar las energías limpias y renovables; por el otro, reducir la dependencia de los combustibles fósiles. Ello requiere estrategias multisectoriales que tengan en cuenta el corto y el largo plazo.
En España el consumo energético industrial se ha reducido en los últimos años: era el 50% en 1980 y bajó al 35% en 2005. El sector de los transportes en cambio, con un incremento imparable, alcanza el 40% del consumo total. La gran mayoría de origen fósil extraído de esas aguas profundas. Crecimientos originados, en buena parte, por los modelos urbanos extensivos basados en los desarrollos en bajas densidad de las periferias urbanas y en la dispersión de las actividades cotidianas. Unos modelos de ciudad, importados de EEUU, que obligan al uso del transporte privado. Un uso que en las ciudades europeas tiene una cuota del 70% del total de desplazamientos.
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Por el contrario, el consumo energético es menor en ciudades densas y de usos mixtos, con mayor uso de transporte público, la bicicleta y el ir andando. En las ciudades donde los desplazamientos a pie sobrepasan el 50%, el consumo por persona/año es de 11.200 unidades energéticas, mientras que, en aquellas en que no alcanza el 25%, esta cifra se dispara al 55.500.
Algunas adicciones matan. Las inacciones y las pasividades también. Parece que son necesarias grandes crisis para generar cambios, y la sociedad se encuentra enfrente de algunas de ellas.
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