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Opinión · Del consejo editorial

El análisis coste-beneficio de la Conferencia Episcopal

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JORGE CALERO

Catedrático de Economía Aplicada

El análisis coste-beneficio es una técnica utilizada en la economía del sector público, destinada a evaluar el efecto económico a lo largo del tiempo de proyectos públicos de inversión. Se empezó a utilizar en Estados Unidos, en los años treinta del siglo pasado, con objeto de estimar los efectos económicos de las grandes infraestructuras hidráulicas. En la actualidad se aplica en diferentes modalidades a la práctica totalidad de las inversiones públicas. A menudo se acusa a esta técnica de un excesivo reduccionismo económico, en tanto que finalmente, con ella, se intentan traducir a euros una gran diversidad de efectos de la intervención pública. Hasta la muerte se traduce a euros en el análisis coste-beneficio. Una inversión en carreteras, por ejemplo, evita una cierta cantidad de accidentes con sus fallecimientos y sus heridos; un valor monetario de esas víctimas evitadas se incorpora, por tanto, como beneficio a los cálculos.

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La Conferencia Episcopal está en plena campaña de propaganda para convencer a los contribuyentes de que marquen la “X” en la casilla correspondiente a la Iglesia católica. Pues bien, en la vorágine de la campaña la Conferencia Episcopal se ha lanzado a los brazos del análisis coste-beneficio y, abandonando por el momento la espiritualidad, se ha dispuesto a monetizar todas sus intervenciones. Tras los singulares cálculos, el resultado es el siguiente: las intervenciones de la Iglesia católica ahorran al sector público un total de 1.860 millones de euros al año. Teniendo en cuenta que lo obtenido por la Iglesia como resultado de su participación en el IRPF son 253 millones de euros, un muy simple análisis coste-beneficio arroja este resultado: invertir en la Iglesia tiene un rendimiento del 735%.

Cuando un análisis coste-beneficio de una infraestructura de transporte se considera muy positivo si el rendimiento excede el 10%, uno se pregunta hasta qué punto hemos estado ciegos. Teníamos la solución a la crisis fiscal ante nosotros, tan sencilla, y no la veíamos: todos los recursos, no ya sólo los públicos, deberían canalizarse inmediatamente a la Iglesia católica. Sólo ella consigue unos tipos de rendimiento del 735%. Una buena gestión del proyecto exigiría en puridad la sustitución del actual Gobierno por los miembros de la Conferencia Episcopal. Aunque quizás, considerando que lo perfecto es enemigo de lo bueno, no convenga llegar tan lejos.

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