Opinión · Del consejo editorial
La izquierda debe entrar en Bolsa
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ALFONSO EGEA DE HARO
Profesor de Ciencia Política
Con este mensaje, el filosofo francés Michel Féher trata de responder a la pregunta de por qué si la crisis económica es una consecuencia del liberalismo económico desmedido, los ciudadanos siguen eligiendo a políticos que apuestan, precisamente, por más liberalismo (véase el actual mapa político europeo). Este hecho pudiera deberse al desgaste de los partidos en el gobierno y a que la crisis económica haga preferir el cambio, sea este el que sea. Pero también se explica por la situación de la izquierda europea, huérfana de un proyecto más allá de la reducción del déficit público.
Precisamente para huir de este callejón sin salida, Féher plantea la necesidad de trasladar las conquistas sociales realizadas en el mercado laboral a los mercados financieros. Para ello, la izquierda ha de ganar un espacio que hasta ahora es monopolizado por el neoliberalismo: los criterios para valorar una empresa. La cotización de las empresas o, en general la valoración de cualquier empresa, no responde a ninguno de los criterios que definirían una economía ética y socialmente responsable. En Italia, el consejero delegado de Fiat, Sergio Marchionne, ha realizado la última apuesta: el mantenimiento de la producción en Italia pasa por un cambio en las relaciones sindicatos-patronal. De no producirse, Fiat podría abandonar el marco de la negociación colectiva y salir de la patronal italiana, Confindustria, creando así un peligroso precedente. Esta posición no ha tenido un efecto negativo en la evolución de la cotización bursátil de la empresa que, por el contrario, es presentada como ejemplo del poder económico de Italia, y que podría hacerse extensivo a empresas de cualquier otro país europeo.
Estos hechos reflejan que, mas allá de las criticas por la falta de regulación, o la imposibilidad de hacerla sin alterar el libre mercado, se ha perdido una herramienta poderosa que permitió las conquistas laborales: la identificación con el movimiento obrero, aunque no se formara parte de él. Hoy, por el contrario, nos sentimos más consumidores que trabajadores. Ello explica nuestras reacciones, y así que asuntos como el de Fiat se interpreten exclusivamente en clave nacional, o que la valoración de las empresas se refuercen con planes como el de Fiat o que, finalmente, más que hacer política consumamos política, sea esta la que sea.
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