Opinión · Del consejo editorial
Europa como coartada
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JUAN FRANCISCO MARTÍN SECO
Economista
Europa se ha utilizado siempre como coartada para aplicar en España medidas antisociales. El actual Ejecutivo está llevando a cabo el más duro e injusto paquete de reformas que gobierno alguno se atrevió a plantear jamás y, de nuevo, se recurre a Europa y a los mercados para justificarlo. Pero las cosas no están tan claras, las decisiones comunitarias no caen del cielo, son fruto de la votación de todos y cada uno de los estados, incluyendo el nuestro. Así que, se quiera o no, los distintos gobiernos españoles son responsables de los acuerdos adoptados y de las consecuencias que de ellos se derivan.
Por ejemplo, el comisario de Asuntos Económicos, Olli Rhen, ha anunciado que llevará al Consejo para su aprobación un catálogo de sanciones para aquellos países que incumplan el Pacto de Estabilidad y propone que tales sanciones puedan acordarse por mayoría simple. ¿Qué va a votar el Gobierno español?, ¿va a seguir haciendo el juego a los halcones del déficit cero o, por el contrario, va a tratar de formar un frente común con los países que como deudores pierden competitividad al no poder devaluar su moneda?
Se dice que los mercados han obligado al Gobierno a poner en marcha las actuales reformas. Pero no han sido los mercados, sino Merkel y la incapacidad del propio Ejecutivo español para plantarse. Los especuladores no apuestan al azar. Antes de dirigir sus ataques, escogen aquellas víctimas que por algún motivo carecen de defensa. Así ocurrió a principios de los noventa cuando forzaron a la devaluación de la libra y de la peseta, ya que su permanencia en el Sistema Monetario Europeo les obligaba a tener un tipo de cambio irreal.
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Así ha sucedido en los últimos meses con los ataques a la deuda de Grecia, de Portugal y de España, que no eran debidos tanto a la situación de sus finanzas públicas –no ha existido la misma ofensiva contra Gran Bretaña–, como a que su permanencia en la Unión Monetaria les priva de su propia moneda y de un banco central que les respalde, al tiempo que Alemania en su dogmatismo ideológico se negaba a aceptar la contrapartida lógica, el compromiso de la eurozona de sostener a cualquier país que fuese atacado. Nuestro Gobierno fue incapaz de resistir el órdago de Merkel, y no reparó en que la canciller difícilmente podría cumplir sus amenazas, ya que las dificultades de Grecia, Irlanda, Portugal y España habrían acabado por arrastrar a Francia y a Alemania.
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