Opinión · Dentro del laberinto
Restos de serie
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Roberto Saviano se encuentra en una difícil situación, la de los valientes que denuncian por encima de los prejuicios de quienes llaman a los conscientes soplones, a los críticos, disidentes, y a los luchadores, traidores. Desde que su Gomorra fue considerada una de las obras más polémicas, narrada con la fuerza de la juventud y una voz interesantísima.
Una amenaza de muerte, provenga de la camorra, de ETA, los fundamentalistas islámicos, o un ex novio celoso, resulta casi glamourosa para los estúpidos que, desde fuera, aplauden que alguien se juegue la vida por ellos o su libertad. Quienes la padecen no gozan de especial simpatía. Se lo han buscado, parece. Haberse callado. En un retorcido mecanismo de defensa grupal, se cree que exageran, que sacan provecho de su condición de víctima. Si no lo mencionan, parecen hipócritas. Si hablan de ello, oportunistas.
Simpatizo enormemente con Saviano, a quien no tengo el gusto de conocer. Ha decidido abandonar su país, al que sin duda ama, por un tiempo. Ha permanecido custodiado durante meses, una vida que nadie, y menos aún un creador, debería soportar, y lo ha hecho por mantenerse fiel a unos valores relacionado con la integridad, como el ejemplo que el autor debe dar si ha escrito un libro problemático. Desconozco si es ambicioso, egótico, insoportable, encantador o deslumbrante; pero escucho en sus palabras un eco de otros autores que conozco bien, y que tenemos cerca, en nuestro democrático país, tan condicionados y tan conscientes de las verdades que gritan. Algunos son periodistas, otros mantienen un compromiso con la ficción.
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Saviano dice que no tiene sentido vivir obligado por su libro, ni su éxito. Quiere una vida. Quiere una casa. Quiere enamorarse, y con 28 años, nada más lógico que desearlo. Pero algo, aún más cercano y más admirable, me ha conmovido. Desea no tener que hablar de él. “Siempre de mí, como si fuera un enfermo terminal”. Un autor renuncia a su terrible necesidad de hablar de sí mismo de manera obsesiva.
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