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Opinión · Artículo del director

La democracia amenazada

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Cuando se habla de corrupci?n es frecuente o?r que nuestro pa?s se encuentra a un paso de convertirse en Italia, el supuesto paradigma de la extorsi?n y los chanchullos.

En Espa?a subsiste una raigambre secular del caciquismo que amalgam? pol?tica con econom?a, de los privilegios de clase, los intereses creados, el abuso de poder y la desigualdad social definida desde la cuna. La dictadura franquista cristaliz? la marginaci?n de los excluidos por razones de ideolog?a. Como escribi? lord Acton, si el poder corrompe siempre, el poder absoluto corrompe absolutamente.

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Con la democracia se consagr? el principio de igualdad de oportunidades, que existe sobre el papel, pero que en la realidad es s?lo un sue?o incipiente. Tambi?n se acu?? en el C?digo la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley, aunque es un derecho ausente en no pocas sentencias.

Hace tres d?cadas, nuestro pa?s entr? en la modernidad con un Estado en ruina moral, lleno de miseria pol?tica y unas empresas sin futuro creadas bajo el objetivo fracasado de fabricar la autarqu?a. Aquel desprop?sito del aislamiento lo tuvieron que financiar nuestros emigrantes.

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Hoy Espa?a figura en el selecto club de las grandes potencias, cuenta con un grupo importante de multinacionales industriales y financieras, y los espa?oles, en porcentaje, nos hemos convertido en los m?s destacados propietarios de viviendas de toda Europa. A esta paradoja ha contribuido el desarrollo econ?mico y tambi?n la ausencia de los poderes p?blicos como intermediarios en la oferta social de alquileres bajos en r?gimen vitalicio. Por desgracia, los espa?oles no llegamos a tiempo a aquel Estado de bienestar que el capitalismo sin barreras est? haciendo trizas.

Desde 1978, nuestro pa?s ha hecho frente a un ajuste colosal, con una reconversi?n que se llev? por delante innumerables f?bricas de los sectores cl?sicos de nuestra industria y redujo a la tercera parte la poblaci?n activa en la agricultura. Aquellas ruinas industriales se convirtieron en solares enclavados en el entorno de las grandes ciudades, que el boom inmobiliario pronto convirti? en el milagro del dinero f?cil. Bastaba la recalificaci?n de un terreno para lograr un pelotazo y en esa nueva cultura se anud? la connivencia entre negocio y pol?tica. Este es el factor dominante de la corrupci?n que asedia hoy la democracia.

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En paralelo, los partidos pol?ticos comenzaron a gastar en sus campa?as de acceso al poder mucho m?s que la suma de subvenciones y cuotas de sus militantes. De esas deudas nacieron los compromisos de algunos l?deres pol?ticos con empresarios y banqueros. El c?ctel de pol?tica e intereses incub? esa traslaci?n tan peligrosa de rebajar a los ciudadanos a la condici?n de meros votantes.

Con la mira en el poder y no en las promesas del programa se aliment? un desencanto que va en aumento. La corrupci?n no discrimina ideolog?as, pero mina la confianza en los representantes p?blicos, destruye la cohesi?n social, impone el descr?dito y construye poco a poco la idea de que todos los pol?ticos son iguales.

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El Informe Global sobre la Corrupci?n sit?a a Espa?a en el n?mero 28 de los pa?ses m?s sanos, en un ranking liderado por Dinamarca y Suecia. En un a?o ha perdido seis puestos por culpa de nuevos esc?ndalos inmobiliarios investigados desde hac?a a?os, lo que le distancia de B?lgica o Francia. Italia figura el 55?, delante de Grecia, Polonia o Rusia, en una lista que cierran Irak, Myanmar (la antigua Birmania) y Somalia.

El informe se?ala a favor de Espa?a la nueva ley de financiaci?n de partidos, pese a su oscurantismo contable, y la de contratos p?blicos, ambas de 2007, y destaca la creaci?n de la unidad de la Guardia Civil especializada en delitos urban?sticos.

El Gobierno de Zapatero ha impulsado la lucha anticorrupci?n. Desmantel? el saqueo de Marbella,
conocido por todos pero hasta entonces impune, por el simple m?todo de respaldar a un juez y a los polic?as encargados de la investigaci?n. Antes, ante el primer indicio de celo, los encargados de vigilar la ley sufr?an un traslado.

En s?lo tres a?os, desde la operaci?n Malaya, han sido detenidos 20 alcaldes y numerosos empresarios. Todos fruto del trabajo de la Fiscal?a Anticorrupci?n, menos uno, la trama G?rtel, denunciada desde dentro del PP. La corrupci?n salpica a todos los partidos y la percepci?n de que es un mal generalizado crece en una situaci?n de crisis econ?mica.

Para atajar esta enfermedad, asentada esencialmente en los poderes local y auton?mico, se hace necesario un pacto entre los partidos, aunque s?lo sea para destruir esa teor?a basada en el inter?s compuesto que predica el PP, seg?n la cual las elecciones lavan el dinero sucio y los posibles delitos. Y de paso convendr?a acabar con la irresponsabilidad de esos pol?ticos que no pagan las deudas contra?das para financiar sus proyectos y provocan as? la quiebra de muchos empresarios honrados.

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