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Opinión · Artículo del director

Crisis de la política

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En los ?ltimos meses las encuestas reflejan persistentemente que nuestro pa?s sufre una doble crisis, la econ?mica y la pol?tica. El ?ltimo sondeo del CIS alerta de un peligro que saca cabeza por primera vez en tres d?cadas de democracia: a los espa?oles nos preocupan a?n m?s los pol?ticos (13,3%) que los terroristas (12,6%).

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A este estado de ?nimo contribuyen sin duda la ausencia de liderazgo, la prevalencia de los intereses partidistas sobre las prioridades que acucian a la mayor?a de los ciudadanos y otros males como los casos de corrupci?n que salpican nuestra geograf?a. Pero son la falta de respuestas o de responsabilidad ante los problemas a afrontar los que socavan la confianza y construyen el descr?dito de la pol?tica, que va en aumento.

El presidente del Gobierno cosecha un desgaste creciente en imagen y expectativas de voto. En primer lugar, porque los dos grandes problemas de nuestra econom?a, el paro y la profundidad de la crisis, no encuentran la puerta de salida. Espa?a se queda fuera de la primera ola de la recuperaci?n que beneficia a Estados Unidos, Australia, China y a un nutrido grupo de socios europeos.

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Las ?ltimas previsiones de la Comisi?n Europea apuntan que nuestra econom?a s?lo empezar? a crecer en 2010 y a un ritmo tan d?bil (1% al final del pr?ximo a?o) que no ser? capaz de crear empleo. En mayo de 2011 se celebrar?n elecciones municipales y auton?micas, que bajo ese panorama le har?n muy dif?cil al PSOE mantener la plataforma de poder que le pudiera permitir seguir al frente del Gobierno tras las generales de marzo de 2012. A Zapatero, pues, le empieza a faltar el margen de tiempo en el que confiaba para rehacer sus posibilidades de triunfo.

El Gobierno ha puesto en marcha muchas medidas para drenar la sangr?a de la crisis, aunque el problema dominante es que no se ve la luz del final del t?nel. Maneja con retraso su promesa de una ley de econom?a sostenible o de modelo de futuro para un pa?s demasiado anclado en la econom?a especulativa del ladrillo y en otras econom?as estacionales, poco productivas y demasiado dependientes de los ciclos. Esa ley lleva ya tres meses de retraso sobre el plazo inicialmente prometido, quiz? porque, adem?s de un nuevo modelo, lo que Espa?a necesita ahora con urgencia es un resorte para crecer cuanto antes sin confiarlo todo al futuro.

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Al Ejecutivo le ha faltado capacidad para movilizar a la c?pula empresarial a unirse al esfuerzo movilizador de recuperaci?n de la econom?a y, quiz?, voluntad pol?tica para implicar al principal partido de la oposici?n en una soluci?n compartida que sirviera para aunar esfuerzos en el compromiso com?n de luchar contra la crisis.

Al PP, el principal partido de la oposici?n, puede achac?rsele el mismo d?ficit, al desde?ar la virtualidad de un pacto com?n que ayudar?a a consolidar su papel de partido comprometido en el destino del pa?s y avalar?a su papel de alternativa de gobierno. Al contrario, el partido liderado por Mariano Rajoy ha elegido la estrategia de predicar que todo lo que hace el Gobierno es un desastre, en la improbable esperanza de que el fracaso son votos futuros que caer?n en su cesto.

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En ese comp?s de espera, a Rajoy le ha estallado su estrategia en el seno de su propio partido. El candidato de la ?ltima oportunidad, el que encara su tercera y decisiva posibilidad de ser presidente del Gobierno, se enfrenta al desplante de la presidenta de la Comunidad de Madrid y al cierre en falso de la agon?a pol?tica que le espera al Gobierno valenciano. En Valencia y en Madrid tiene el PP sus dos principales graneros de votos y de poder. Y en los dos tiene problemas de disciplina y corrupci?n que estallar?n antes de que llegue su definitiva cita con las urnas.

Rajoy ha decidido poner cortina de humo a los conflictos y decretar una ley mordaza para tratar como privadas lo que se dirime en instituciones p?blicas, sea la pelea por Caja Madrid o la lucha por el poder dentro del propio partido. Por eso no es de extra?ar que las encuestas den una ventaja decreciente al PP y le nieguen la primac?a. Esa es la raz?n de que los espa?oles empiecen a dar la espalda a los dos grandes partidos.

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