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Opinión · Dominio público

Diez años del ‘Pacto Mundial’

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JUAN HERN?NDEZ ZUBIZARRETA Y PEDRO RAMIRO

Les propongo que ustedes, los l?deres empresariales reunidos en Davos, y nosotros, las Naciones Unidas, iniciemos un pacto mundial de principios y valores compartidos, que dar?n una cara humana al mercado global?. El 31 de enero de 1999, Kofi Annan se presentaba en el Foro Econ?mico Mundial de Davos y, con estas palabras, anunciaba el lanzamiento de una nueva iniciativa internacional: el Global Compact (o Pacto Mundial). Aquella propuesta, cuyo objetivo era tejer una ?alianza creativa entre Naciones Unidas y el sector privado?, fue adoptada oficialmente un a?o y medio despu?s en la sede general de la ONU en Nueva York, con la participaci?n de 44 empresas transnacionales ?como BP, Nike, Shell y Novartis, entre otras? y algunos sindicatos y ONG. Desde entonces, el Pacto Mundial se ha convertido en la principal referencia para la vigilancia y el seguimiento de las compa??as multinacionales y, ahora que se cumplen diez a?os de su puesta en marcha, parece necesario analizar de forma cr?tica los resultados obtenidos.
No est? de m?s recordar que la discusi?n sobre la firma de unas normas internacionales que regulen las operaciones de las empresas transnacionales viene de lejos: desde la d?cada de los setenta. A finales de 1972, ante la Asamblea General de la ONU, Salvador Allende pronunci? un discurso que hoy, cuatro d?cadas despu?s, conserva toda su vigencia: ?Estamos ante un conflicto frontal entre las grandes corporaciones transnacionales y los Estados. Estos aparecen interferidos en sus decisiones pol?ticas, econ?micas y militares por organizaciones globales que no dependen de ning?n Estado y que no est?n fiscalizadas por ning?n parlamento?. En aquellos a?os ya se intent? aprobar en el seno de Naciones Unidas sin resultado un c?digo externo vinculante para estas compa??as. Pero, a lo largo de los a?os ochenta y, sobre todo, de los noventa, este debate se fue desactivando a la vez que iba ganando importancia el discurso de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC), impulsado por las escuelas de negocios y las propias multinacionales. Y la creaci?n del Global Compact sirvi? para dar por buena toda esta evoluci?n desde la l?gica de la obligatoriedad hacia la filosof?a de la voluntariedad.
Porque una de las cuestiones centrales del Global Compact es que se trata de un acuerdo voluntario. Las empresas que se adhieren a ?l han de suscribir diez principios gen?ricos
?sobre derechos humanos, medio ambiente, derechos laborales y corrupci?n? y su ?nica obligaci?n es tener al d?a el llamado informe de progreso, con el que se considera que rinden cuentas a la sociedad. Sin embargo, destacan la notable indefinici?n de los contenidos del Pacto y la ausencia de cualquier mecanismo m?nimo de supervisi?n: la informaci?n que se comunica es voluntaria, unilateral y sin controles de ninguna clase; pero, eso s?, permite disponer del aval de la ONU para definirse como una compa??a responsable. ?Tal vez, dentro de los informes de progreso de una empresa no todo lo que se cuenta es cierto?, reconoce Jeff Senne, miembro de la oficina del Pacto Mundial, pero ?no tenemos ninguna manera de verificar esto, y tampoco es nuestra intenci?n hacerlo?.
Con la consolidaci?n del Global Compact y de otras iniciativas voluntarias similares, ha ganado la batalla de las ideas ese concepto del que tanto se ha o?do hablar en los ?ltimos a?os: la Responsabilidad Social Corporativa. Este nuevo paradigma en el que las empresas transnacionales afirman basar su comportamiento ha servido para generar una extensa bibliograf?a, pero en torno al mismo sigue habiendo una cierta ambig?edad conceptual que resulta preocupante. De hecho, la RSC se ha convertido en una especie de caj?n de sastre en el que tienen cabida desde el marketing solidario hasta los c?digos de conducta, pasando por los informes de sostenibilidad, las actividades sociales y culturales, y la puesta en marcha de proyectos educativos y de cooperaci?n al desarrollo en pa?ses empobrecidos, entre otras muchas actividades.
Uno de los argumentos m?s citados para cuestionar la RSC es que es una herramienta de marketing: sirve para evitar la erosi?n de la imagen corporativa y funciona como un buen mecanismo para el lavado de cara empresarial. Y, efectivamente, se trata de una adaptaci?n de las grandes corporaciones al medio, como resultado de haber aprendido c?mo se deben afrontar las cr?ticas que se les hacen desde la sociedad civil por los efectos de sus operaciones. Pero, adem?s, es muy rentable econ?mica y socialmente, porque es muy ?til para potenciar al mismo tiempo el valor de la marca, la fidelizaci?n de los clientes y, por lo tanto, los beneficios de la empresa.
Jur?dicamente, la extensi?n de la RSC y de los c?digos de conducta impide, de facto, que haya sistemas normativos capaces de neutralizar la fortaleza de la lex mercatoria. Y es que no tiene sentido que, por una parte, los derechos de las empresas transnacionales se protejan mediante los m?ltiples acuerdos que forman el Derecho Comercial Global
?una complicada arquitectura jur?dica fundamentada en las normas vinculantes de la Organizaci?n Mundial del Comercio, el Banco Mundial, el FMI, los Tratados de Libre Comercio y los Acuerdos de Protecci?n de Inversiones, entre otras? mientras que, por otra, sus obligaciones a nivel ambiental, laboral y social se dejan en manos de la ?tica.
En nuestra opini?n, para paliar esta asimetr?a, ser?a necesario poner en marcha un c?digo internacional que no parta del principio de voluntariedad y que posea un car?cter imperativo, coercitivo, sancionador y exigible ante los tribunales competentes. En esa misma l?nea, habr?an de crearse tanto un Centro de Estudios y An?lisis sobre empresas transnacionales ?en el seno de Naciones Unidas? como un Tribunal Internacional para las multinacionales. Finalmente, con todo ello, nos encontrar?amos en disposici?n de empezar a afrontar uno de los grandes desaf?os en la era de la globalizaci?n: medir los verdaderos efectos sociales, econ?micos, laborales, ambientales y culturales de las actividades de las empresas transnacionales por todo el planeta.

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Juan Hern?ndez Zubizarreta es profesor de la Universidad del Pa?s Vasco

Pedro Ramiro pertenece al Observatorio de Multinacionales en Am?rica Latina - Paz con Dignidad

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