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Opinión · Dominio público

‘African kings’

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NICOLE THIBON

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El reciente caso Kouchner sobre el pago de importantes sumas de dinero por Omar Bongo y Sasso Nguesso a consultoras, en las cuales el ministro de Asuntos Exteriores francés proporcionaba consejos remunerados sobre sanidad a los dos dictadores, ha vuelto a poner sobre la mesa el peculiar nivel de vida de varios presidentes africanos. Se sabía desde hace tiempo, pero hizo falta el serio informe del Comité Católico sobre el Hambre y el Desarrollo (CCFD) de marzo de 2007 acerca de las fortunas de esos dictadores para que la Justicia francesa y, en particular, la Oficina para la Represión de la Gran Delincuencia se sintiera obligada a tomar cartas en el asunto.

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El resultado de varias investigaciones es de lo más divertido, en todo caso para los felices presidentes citados, como Omar Bongo, de Gabón; Denis Sasso Nguesso, del Congo; Blaise Compaoré, de Burkina Faso; José Eduardo Dos Santos, de Angola; Teodoro Obiang Nguema, de Guinea Ecuatorial –si bien hasta hoy no se ha aclarado quién, de ellos, es el más rico–.

Denis Sasso Nguesso aprovechó con talento haber sido presidente del Congo. Es así que posee un pabellón particular en la banlieue elegante de París, mientras que su familia se reparte otras 18 propiedades y 112 cuentas bancarias en Francia. Por su parte, su sobrino proclama una pasión irrefrenable por los Aston Martin, de los que posee una entera colección. Añadamos a ello que una investigación norteamericana revela que, entre 2003 y 2005, Sassou Nguesso se “olvidó” de contabilizar entre los ingresos en el erario cerca de mil millones de dineros petroleros, algo así como el 15% del presupuesto del Estado, y que la Justicia francesa, siempre muy medida, tuvo que reconocer en 2002 que se podía hablar de Sassou Nguesso como de “un dictador, autor de crímenes contra la humanidad”

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El hijo de Teodor Obiang, de sobrenombre Teodorín, divide su tiempo entre Francia y California, pero sólo se mueve en Maseratis, Ferraris o Rolls Royces, comprados todos por una empresa pública guineana. En Estados Unidos se ha conformado con una residencia en Malibú y con un avión Gulfstream. ¿Se deberá a que la justicia americana es menos transigente? Esta ha cursado a París un pedido de colaboración judicial para estudiar las extrañas transacciones con olor a lavandería de dinero sucio mediante las agencias parisienses Natixis y Fortis.

El caso de Omar Bongo, decano de los dictadores africanos, en el poder desde hace 40 años y llamado afectuosamente Papá en su país, es probablemente el más interesante. Fue el primer Jefe de Estado del mundo en presentarse en el Elíseo para felicitar a Nicolas Sarkozy por su elección. No debe sorprender, considerando que prácticamente Francia es su casa. Tiene a su nombre, al parecer, en París y en la Costa Azul, no menos de 17 lujosas residencias, mientras sus mujeres, hijos y nietos se reparten otras 22 propiedades y un parque de automóviles que cuenta con algunos Mercedes Clase R (67.000 euros cada uno), y una limusina Maybach 57 para su mujer Edith Lucie (más de 300.000 euros pagados, eso sí, directamente por cajas gubernamentales).

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Pero el caso Bongo va más allá de su fraudulento patrimonio. Parecía que Nicolas Sarkozy tenía buenas intenciones cuando asumió la presidencia y que pensaba acabar una vez por todas con una política basada en relaciones particularmente corrompidas entre Francia y sus ex colonias –y condensada en una sola palabra: Franciáfrica–. El término, inventado por el presidente de Costa de Marfil Houphouet-Boigny pretendía significar, en primera acepción, el buen estado de las relaciones entre la nueva África, nacida de la independencia en 1958, y la ex metrópolis. En realidad cubre el escándalo más largo de la República francesa, en donde se mezclan los servicios secretos, políticos, multinacionales, militares, mercenarios, traficantes de armas y dictadores. Para cambiar unas prácticas tan arraigadas harían falta nada menos que “leyes con imprecaciones” (Heródoto).

Con el reconocimiento del resultado de elecciones basadas en el fraude electoral –que permiten mantener en su puesto a dictadores corrompidos, únicamente preocupados por fundar la economía nacional sólo en la explotación de materias primas, sin ocuparse jamás del desarrollo de la economía–, la política francesa ha contribuido a hundir a estos países en un subdesarrollo crónico e impedir que surjan clases sociales activas más peligrosas para el dictador de turno. En cuanto a las ayudas públicas generosamente otorgadas al desarrollo, hoy está claro que, si bien en su mayor parte entraban directamente en los bolsillos de los presidentes africanos, otra parte nada despreciable volvía a las redes franciafricanas francesas. De hecho, son cientos de miles los millones robados a los pueblos africanos.

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“Franciáfrica está moribunda”, declaró Jean-Marie Bockel (socialista), secretario de Estado para la Cooperación apenas ser nombrado por Nicolas Sarkozy, “y yo quiero firmar el acta de defunción”. Tomando la declaración al pie de la letra, los periodistas del canal de televisión France-2 publicaron un reportaje sobre la fortuna de Bongo en Francia.

El final de la historia es digno de Molière. “Papá Bongo va a hacer que estalle la marmita” –declara, amenazador, el abogado libanés de Bongo. A la vez, este puntualiza con toda dignidad: “Hay secretos que sólo se ventilan entre jefes de Estado”. El resultado no se hizo esperar: el dictador obtuvo en el acto la cabeza del secretario de Estado, a quien se asignó rápidamente un nuevo destino. Y el punto final de este sórdido regateo entre el Estado francés y el dictador de Gabón llegó sin la mínima risa en palabras del secretario de Estado en el Elíseo, Claude Guéant, el 13 de abril de 2008: “Franciáfrica es la búsqueda de una amistad sólida, real, en el respeto de los pueblos y de las soberanías”.¡Pobres pueblos!

Nicole Thibon Periodista

Ilustración de Gallardo 

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