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Opinión · Dominio público

El continuismo neoliberal del PSOE

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Vicenç Navarro

Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex Catedrático de Economía. Universidad de Barcelona

Una de las mayores causas del declive de la socialdemocracia en Europa ha sido la renuncia de los principios básicos de esta tradición por parte de los partidos que dicen pertenecer a ella, que aparece claramente en el lenguaje y narrativa que utilizan sus dirigentes. Un caso muy claro y llamativo ha sido el del PSOE, y sobre todo a partir del gobierno del Presidente Zapatero, que incorporó de una manera muy explícita las líneas generales y el argumentario de la Tercera Vía, conocida en España a través de los escritos de Anthony Giddens, el intelectual más influyente en el gobierno de Tony Blair del Reino Unido.

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Uno de tales cambios fue el ninguneo de la clase trabajadora, a la que se dejó de citar a partir del nuevo discurso. El primer síntoma de ello apareció en el discurso del que era entonces candidato a la presidencia del país, el Sr. Zapatero (durante las primarias del PSOE) en el que no citó ni una vez a la clase trabajadora. Las únicas que citó en su discurso de candidatura en un tono laudatorio fueron la “clase empresarial” y la “clase media”, asumiendo, por lo visto, que no existía la clase trabajadora, puesto que esta se había transformado en clase media. Este supuesto, por cierto, es ampliamente sostenido en amplios sectores de la clase política española (incluyendo la catalana), a pesar de que la evidencia científica existente muestre precisamente lo contrario. En las escasas ocasiones en que a la ciudadanía en España se le ha preguntado a qué clase social pertenecen (ver encuesta del CIS del mes de octubre de 2002, misma fecha en que el candidato dio su discurso), había más españoles que decían pertenecer a la clase trabajadora (51,4%) que a la clase media (34%). Este olvido de la clase trabajadora por parte del discurso de los dirigentes del PSOE ha tenido muchas consecuencias con unos costes políticos elevados. En realidad, el éxito de la socialdemocracia (tal como ha documentado Walter Korpi, el analista social y económico más influyente en la socialdemocracia escandinava, y al que considero mi maestro) se basó en la alianza de la clase media con la clase trabajadora, mediante el establecimiento de programas universales que beneficiaron a ambas (convertidas en clases populares), financiados a través de medidas fiscales progresivas de intención redistributiva, que transferían fondos de las clases más pudientes a las clases populares.

Centrarse en las clases medias, sin embargo, sin atender y reconocer a la clase trabajadora (que históricamente ha sido la base electoral de la socialdemocracia), explica la gran abstención electoral de tal clase, como ocurre masivamente en EEUU (el país con mayor abstención electoral, que procede en su gran mayoría de la clase trabajadora) y como ocurrió en Reino Unido (durante el periodo del gobierno Blair). En realidad, la mejor prueba de que esta continúa existiendo en España se debe a que fueron los barrios de clase trabajadora en Barcelona los que pusieron a Ada Colau y a Barcelona en Comú en la alcaldía. Y, durante la celebración del día de nombramiento de la alcaldesa Colau, la enorme multitud que estaba delante de la plaza mayor de Barcelona –Plaça de Sant Jaume- donde está el Ayuntamiento, (portando, por cierto, banderas españolas republicanas con un enorme póster del famoso cuadro Novecento, de la clase trabajadora), eran miembros de tal clase. No hay duda de que el elevado voto (que, aunque minoritario, fue muy elevado) a Barcelona en Comú en los barrios de clase media, como Sarrià y Gràcia, contribuyeron también a la victoria de Barcelona en Comú. Pero el factor decisivo fue el voto de aquellos barrios que antes votaban al Partido Socialista y ahora votaron a Barcelona en Comú. Esta alianza de clases ha sido facilitada por lo que llamé en su día la “proletarización de las clases medias”, que ha tenido lugar predominantemente durante la crisis, estableciéndose así las bases por una amplia alianza. Pero alianza no quiere decir sustitución de una clase por otra, como ha creído erróneamente el socialismo español.

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La conversión de la socialdemocracia al neoliberalismo: La Tercera Vía

Este olvido de la clase trabajadora, que ha sido la mayor base electoral del socialismo, es uno de los mayores indicadores de esta transformación y derechización del PSOE. A nivel económico, tal supuesta decepción aparece en la incorporación de las políticas públicas de corte liberal en su oferta electoral y en su argumentario. Es fácil  detectar este cambio en los escritos del economista Jordi Sevilla, que fue uno de los que influenció más al candidato, y más tarde Presidente, el Sr. Zapatero, que es ahora el asesor económico principal del candidato del PSOE a la Presidencia, Pedro Sánchez, encargado de preparar su programa económico. El libro de Jordi Sevilla De nuevo socialismo fue el libro de texto del partido y del gobierno del PSOE en el periodo anterior y durante su mandato. El Sr. Zapatero escribió su prólogo. En el intento de modernizar la socialdemocracia, el autor reprodujo los postulados de la Tercera Vía legados a España a través de Anthony Giddens. En tal texto, Jordi Sevilla escribió que la clase trabajadora “había ya desaparecido debido a la creciente e imparable tendencia a la desaparición de los trabajadores como consecuencia inexorable del modelo capitalista de acumulación”.

Pero donde el liberalismo de Jordi Sevilla apareció con mayor claridad fue en sus propuestas económicas orientadas hacia “la igualdad de oportunidades” (el siempre presente eslogan en los programas económicos neoliberales), desalentando medidas de redistribución, así como la expansión de la generalización de los derechos universales (necesarios, por cierto, como señalaba Walter Korpi, para establecer esta alianza de clases), sustituyéndolas por medidas asistenciales, orientadas hacia lo que definen como las poblaciones vulnerables. También, y como liberal que se consideraba, Jordi Sevilla estaba en contra de aumentar impuestos y de expandir más el gasto público (y ello en uno de los países que tiene el gasto público por habitante más bajo de la UE-15) subrayando que “¿Alguien puede defender, a estas alturas del siglo, que un programa socialdemócrata debe ir en contra del mercado, a favor de más impuestos y más gasto público, e introducir rigideces normativas en la economía?” (página 72 de libro). También favorecía un tipo único impositivo sobre las rentas del trabajo, aconsejando a la vez que en el sistema sanitario público se introdujeran seguros privados para complementar lo que el servicio público no proveía, facilitando así su privatización, permitiendo, por ejemplo, que los pacientes privados pudieran tener privilegios dentro de los hospitales públicos (como tener una cama por habitación), cubriendo los costes a base de aseguramiento privado.

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Es importante indicar que el libro se iniciaba con un ataque muy duro contra mí, definiéndoseme como un “socialdemócrata tradicional”, que es la manera amable de acusarme de anticuado. Ahora bien, Jordi Sevilla parecía desconocer que en el conocimiento científico un principio y concepto pueden ser muy antiguos pero no necesariamente por ello ser anticuados. La Ley de la Gravedad, por ejemplo, es muy antigua, pero no es anticuada. Si no se lo cree, salte de un cuarto piso y lo verá. El desconocimiento de esta realidad fue lo que llevó al gobierno Zapatero a caer y a saltar en picado desde el cuarto piso, pasando a ser uno de los expresidentes del gobierno más impopulares que ha tenido este país desde el inicio de la democracia. Veamos ahora la evidencia científica de los errores en que el socioliberalismo de Jordi Sevilla se apoya (ver mi libro El subdesarrollo Social de España. Causas y Consecuencias, Editorial Anagrama, 2006, para ver una crítica del libro de Jordi Sevilla).

El fracaso político de la Tercera Vía o Blairismo

Uno de los argumentos que se han utilizado hoy con mayor frecuencia para apoyar el Blairismo o Tercera Vía ha sido su supuesto éxito electoral. El gobierno Blair fue reelegido en varias ocasiones con grandes mayorías, presentándosele así como un partido que ganaba elección tras elección, mostrando su gran popularidad. Esta percepción está ampliamente aceptada en los fórums y círculos intelectuales del PSOE y de la socialdemocracia europea. Se reproduce como si fuera un dogma, lo que no deja de ser más que curioso porque los datos muestran que, lejos de ser popular, tal gobierno perdió apoyo popular muy rápidamente, siendo, el gobierno Blair, en general, uno de los gobiernos más impopulares.

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El partido Laborista bajo la dirección de Tony Blair ganó las elecciones en el año 1997 con un 33% del electorado, debido al enorme descrédito del Partido Conservador. La aplicación de sus políticas neoliberales, altamente impopulares, hizo que tal porcentaje descendiera en picado bajando a un 25% en la siguiente elección en 2001, y a un 22% en 2005. Un descenso de más del 39% durante su mandato, resultado, en gran parte, del rechazo a sus políticas y primordialmente entre la clase trabajadora en el Reino Unido. El hecho de que a pesar del descenso tan marcado, el Partido Laborista conservara la mayoría en el Parlamento Británico (motivo de que se extendiera la percepción de que el blairismo era muy popular) se debió única y exclusivamente al sistema electoral británico, carente de ningún tipo de proporcionalidad. En realidad, si el sistema electoral hubiera sido proporcional, el Partido Laborista habría perdido la mayoría parlamentaria ya en la primera vez que se presentó a la reelección, en el año 2001. La otra causa de que conservara la mayoría parlamentaria fue la enorme crisis del Partido Conservador. Esta es la realidad ocultada bajo la promoción del blairismo (para expansión de este análisis electoral ver mi artículo “Tony Blair y el declive de la Tercera Vía” en la revista digital Sistema, 16.11.12) y en mi blog www.vnavarro.org). En realidad, todos los partidos socialdemócratas que han perdido apoyo popular han sido los que han adoptado las políticas neoliberales de la Tercera Vía, como ha sido el caso del PSOE.

Bajar los impuestos no es ser de izquierdas

En el año 2005, el Presidente Zapatero, asesorado por el Sr. Jordi Sevilla, indico que “bajar impuestos es ser de izquierdas”. Y en el año 2006 aprobó tal rebaja fiscal, que en 2007 (año en que se inició la crisis) creó un enorme agujero en los ingresos del Estado. Según los propios técnicos del Ministerio de Hacienda del gobierno español, el bajón de ingresos al Estado fue nada menos que de 28.000 millones de euros, de los cuales, según los mismos técnicos, el 74% fue debido a la rebaja de impuestos, y solo el 24% al descenso de la actividad económica. Y para más INRI, el gobierno Zapatero, para cubrir tal agujero en las cuentas del Estado, congeló las pensiones, a fin de conseguir un ahorro de 1.500 millones de euros, cuando podía haber ahorrado mucho más dinero revirtiendo la bajada del impuesto de patrimonio (2.100 millones) o el de sucesiones (2.200 millones). Ni que decir tiene que el gobierno Rajoy recortó incluso mucho más. Pero hay que recordar que los recortes los iniciaron los del PSOE, manteniendo el gasto público social por habitante mucho más bajo que el promedio de la UE-15.Un indicador de que el PSOE no ha cambiado es que el mismo autor intelectual del zapaterismo en las áreas económicas ha sido ahora invitado a desarrollar el del Sr. Pedro Sánchez. ¿Cuándo aprenderán? ¿Cuándo cambiarán?

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