Opinión · Dominio público
La cuestión nuclear: España solar
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DOMINGO JIMÉNEZ BELTRÁN
La cuestión nuclear, con ser importante, no consiste tanto en si se cierra ahora la central nuclear de Garoña o no, sino en cuál es la opción energética de futuro para la sociedad española que además debe y puede ser parte de la salida de la crisis.
Es difícil imaginar otro futuro posible y sostenible para España que el de la España solar en la escala de tiempos a considerar –tres o cuatro décadas– y con las tecnologías disponibles.
De las tres fuentes de energía que pueden significar una aportación masiva en este tiempo, el carbón, la nuclear y las energías de fuentes renovables (EFR), sólo esta última puede ser denominada sostenible. Las tecnologías para EFR representan ya un gran mercado global, con más de 155.000 millones de dólares en 2008 y un total estimado para las dos próximas décadas de unos 8 billones de euros. Y España está bien posicionada por su desarrollo a nivel nacional y su participación en el mercado global.
El carbón, aun con el carbón limpio y el sistema de Captura y Almacenamiento de Carbono –en fase experimental y que supone en sí un incremento en el consumo energético de más del 30%–, implica mantener altas emisiones de gases e impactos ambientales y es mayoritariamente importado.
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La energía nuclear, en el estado actual de la tecnología de fisión, es insostenible porque traslada a las generaciones venideras la responsabilidad de los residuos radiactivos; intrínsecamente insegura (necesita sofisticados sistemas de seguridad redundantes y es muy vulnerable); susceptible de contribuir a la proliferación nuclear; y no accesible para muchos países en desarrollo. Además, supone altos costes de inversión (más de 4.000 euros por Kw, y subiendo) muy superiores ya a la eólica (sobre 3.000 euros por Kw efectivo y bajando) y de financiación, para la que dependemos del exterior.
Conseguir en estas cuatro décadas un sistema avanzado de fisión (como los reactores rápidos, que siguen experimentándose, aunque ya se abandonaron en Europa tras los experimentos de Rapsodie, Phoenix y SuperPhoenix francoalemanes), o la soñada fusión, parece una quimera, lo que no evita que ciertos países, como Francia, estén casi abocados a ella por su compromiso con la tecnología nuclear nacional e internacionalmente como suministradores casi en exclusiva de tecnologías, de reactores y centrales llave en mano.
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En este contexto, la cuestión nuclear para España es por qué escenario apostamos que sea el más sostenible, considerando las potencialidades españolas y en un escenario global cambiante que apunta decidida y universalmente hacia las energías renovables. El Gobierno debe hacer frente a su compromiso de alumbrar la reflexión sobre el escenario energético 2030 y responder al del presidente ante el Congreso de incluir en ella el plan del cierre ordenado de las centrales existentes. Obviando el hecho de que muchos creemos que Garoña no es imprescindible, la respuesta adecuada a su grado de prescindibilidad sólo la tendrá usted, Sr. presidente, y la sociedad española, integrándola en la respuesta general al desafío energético. Esta reflexión debería trasladarse urgentemente a la reciente Subcomisión de Energía del Congreso y a toda la sociedad.
Si no hacemos esta reflexión, nos la darán hecha y perderemos también esta tercera revolución industrial –basada esta vez en el abandono de los combustibles fósiles– y que parecíamos destinados incluso a liderar. El margen de maniobra es cada vez más escaso, como muestran los escenarios ya precocinados existentes, incluyendo los que nos tienen que llevar a 2050 que, con reducciones obligadas de gases de efecto invernadero de más del 80% y sin la opción nuclear sostenible previsible, significa España solar, sí o sí.
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El escenario 2030 es el más estudiado, por implicar reducciones drásticas de emisiones de gases de efecto invernadero para no superar los 2ºC de incremento de temperatura media global. Sea el de la AIE o el propiciado por Greenpeace, coinciden en una reducción del incremento en la demanda tendencial a menos del 0,8% anual y en que más del 50% de toda la demanda eléctrica debería ser no fósil. Y los costes globales de estos escenarios más sostenibles (13,6 billones de dólares hasta 2030) serían como mucho del orden de un 6-8% superiores al tendencial o insostenible. En este escenario, España no debería crecer en demanda en más del 0,6-0,8% anual y estabilizar antes de 2030 el consumo de energía, con más del 60% de la electricidad de EFR, para posicionarse entre los líderes globales.
Y el escenario 2020 de mínimos está ya fijado a nivel comunitario por el paquete 20-20-20 de la propuesta de la Comisión de 2008, que se articula como obligación en la nueva Directiva de EFR que España debería trasponer en una Ley. España debería distinguirse superando las exigencias comunitarias, incrementando la demanda anual en menos de 0,8% y con objetivos para las EFR del 40-45% de la generación eléctrica.
Los cálculos para los escenarios 2020 y 2030 señalados cifran las inversiones españolas anuales necesarias durante los próximos 20 años en EFR entre el 1% y el 2% del PIB, o similares a los 22.500 millones de euros invertidos en 2008 en EFR.
Sí, podemos. Y nos lo debemos a nosotros mismos y a las generaciones venideras.
Es en estos escenarios donde hay que plantear la hoja de ruta para el abandono progresivo y cierre de las centrales nucleares existentes, que claramente no forman parte de un escenario sostenible, oportuno y deseable con la construcción de la España solar como marca de futuro para el país.
Si no hay el coraje político para alumbrar ya esta reflexión habrá que tenerlo al menos para cerrar ordenadamente Garoña como jalón del cambio a una nueva energía para la anunciada nueva economía.
Domingo Jiménez Beltrán es ingeniero Industrial y ex Director de la Agencia Europea de Medio Ambiente
Ilustración de Mikel Casal
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