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Opinión · Dominio público

La alemanización de la Unión Europea, incluyendo Grecia

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Vicenç Navarro

Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex Catedrático de Economía. Universidad de Barcelona

En el discurso que dio el entonces Ministro de Finanzas griego el 15 de julio, el Sr. Yanis Varoufakis, se refirió a las reformas impuestas a Grecia por el Eurogrupo (en el que el Ministro de Finanzas alemán, el Sr. Wolfgang Schäuble, era una figura dominante en tal grupo) como comparables a lo que “ocurrió en Versalles”, cuando los vencedores de la I Guerra Mundial impusieron a Alemania unas medidas de tal dureza que fueron la causa, más tarde, de la aparición de la II Guerra Mundial. Tales medidas eran, ni más ni menos, los pagos que los Aliados exigían a Alemania como reparaciones por los daños creados por ésta a los vencedores durante el conflicto militar. La severidad de tales medidas, claramente sancionadoras impuestas por los vencedores a los vencidos, era la imagen a la que Varoufakis hacía referencia en su discurso, referencia que no pasó desapercibida a nivel internacional.

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El sr. Varoufakis estaba así denunciando la victimización de Grecia por parte de los estados europeos, liderados por el estado alemán que, debido a su historia, tenía que haber sido especialmente sensible a no reproducir lo que los vencedores impusieron a su propio país a principios del siglo XX. La insensibilidad de este estado y de su gobierno ha sido abrumadora. En los años 50 del siglo XX se perdonó al estado alemán más de la mitad de la deuda pública que tal estado debía a los vencedores de la II Guerra Mundial (incluso a Grecia). Y a pesar de haber sido el máximo beneficiario de las políticas de reestructuración de la deuda pública que hayan existido en Europa, el estado alemán ha sido el que más se ha opuesto a reestructurar la deuda griega. Como dijo el alcalde (del partido conservador) de Londres, el sr. Boris Johnson, “el hombre con la pistola en la sien de Grecia es el Ministro de Finanzas alemán, el sr. Wolfgang Schäuble,… pues son los alemanes los que dirigen la campaña de dominar a Grecia”. Fue precisamente un conocido sociólogo alemán, Ulrich Beck, quien predijo que “era intención de la Canciller Merkel el alemanizar Europa, y que lo estaba consiguiendo”. Hoy, el estado alemán está consiguiendo lo que ni el Káiser ni Hitler pudieron hacer: es decir, el dominio de Europa.

El valor de las analogías históricas

Se dirá que las analogías históricas son intrínsecamente limitadas pues la historia nunca se repite por mucho que los parecidos entre dos momentos históricos sean muy notables. Así, se argumentará que este dominio alemán sobre el resto de Europa no se ha conseguido militarmente, y que los estados dominados han aceptado tal relación de dominación (se presenta como “liderazgo”) voluntariamente, deseando su pertenencia a tal Eurozona (donde se produce el dominio alemán), aprobada por las poblaciones de tales estados. El pueblo griego, por ejemplo, desea continuar perteneciendo al Eurogrupo. No es pues una situación alcanzada por la fuerza y/o por medidas militares, sino voluntariamente.

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Ni qué decir tiene que estos argumentos que cuestionan tales analogías históricas tienen un elemento de verdad. Después de todo, aquellos que vivieron la ocupación nazi de sus territorios (como lo conoció el pueblo griego) saben que lo que ocurre ahora no es lo mismo que lo que ocurrió entonces. Ahora bien, que tengan un elemento de verdad no quiere decir, sin embargo, que tengan toda la verdad. Porque el dominio y la brutalidad con la que fue dominada Europa entonces, y lo es ahora, varía en su forma pero no en su contenido e intento. En ambos casos hubo un dominio brutal, que se ha expresado en la destrucción de un 25% en el PIB de Grecia, con consecuencias humanas duraderas y un sufrimiento enorme. Y esta es la realidad que debe denunciarse y movilizarse para poner fin a tanta crueldad y tanto dolor en aras de una dominación aceptada voluntariamente para ahora conseguir un futuro que nunca llegó ni nunca llegará.

Y, una vez más, este enorme poderío y dominio alemán fue promovido y amparado por los otros estados europeos y por el estado estadounidense en su intento, esta vez, de parar a la Unión Soviética, una de las causas del apoyo al establecimiento de la Unión Europea y de la Eurozona. Y este dominio tuvo y tiene unas consecuencias enormemente negativas para la periferia de la Eurozona, incluido España, Grecia, Portugal e Italia.

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¿Cómo se perpetúa el dominio alemán?

La Eurozona no se puede entender como una suma de países, pues cada país tiene clases sociales que pueden o no compartir los mismos intereses. Alemania, por ejemplo, tiene clases sociales que, aun cuando comparten algunos intereses económicos, otros no los comparten. Y uno de ellos – en el que tales intereses no coinciden - es en el modelo económico de desarrollo dominante, cristalizado en las reformas Schröder-Merkel. Tal modelo económico está basado en la importancia que las exportaciones tienen en el desempeño económico del país. Es, en realidad, el modelo liberal por excelencia, pues su éxito depende de pagar a su clase trabajadora muy por debajo del nivel de su productividad. Esta circunstancia hace muy difícil a los países periféricos (a pesar de tener salarios más bajos que los alemanes) poder competir con las exportaciones alemanas.

El gran éxito de las exportaciones alemanas hace que el balance comercial (la diferencia entre exportaciones e importaciones) sea equivalente a un 8% del PIB alemán, que es una cifra elevadísima, muy por encima de lo que la Eurozona considera aceptable. Alemania exporta mucho más de lo que importa. Y ello se debe en parte a la limitada capacidad adquisitiva de la clase trabajadora alemana como consecuencia de sus salarios limitados. En realidad, Oskar Lafontaine, que fue Ministro de Finanzas del Gobierno Schröder, había propuesto que el motor de la economía fuera la demanda doméstica basada en un aumento de los salarios y del gasto público, medidas que, al no ser aprobadas por el canciller Schröder, determinaron su salida del gobierno y del partido socialdemócrata, estableciendo más tarde el partido “Die Linke” (Las Izquierdas), siendo hoy uno de los economistas más lúcidos de la Eurozona.

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¿Qué ha hecho Alemania en tantos años?

Una cosa que no se ha hecho es lo que deseaba Oskar Lafontaine: aumentar los salarios, con lo cual se hubiera estimulado también la economía alemana y la europea. Lo que el establishment alemán hizo fue exportar los euros acumulados por las exportaciones, prestando a los países periféricos, siendo ésta la causa del crecimiento de la deuda privada y pública en estos países. Tras la burbuja inmobiliaria en España estaban los préstamos de la banca alemana a la española, y detrás de la enorme deuda pública griega estaban los préstamos de la banca alemana a los bancos y al estado griegos.

Y cuando los bancos españoles y griegos no pudieron devolver el dinero a los bancos alemanes, el estado alemán prestó dinero a los estados español y griego para que se los prestaran a sus bancos y así éstos pagaran su deuda a los bancos alemanes. Antepusieron así los intereses de sus bancos a todo lo demás.

Y para conseguir el dinero que se debía a sus bancos, el estado alemán ha sido capaz de llegar a unos niveles de dureza y brutalidad que incluso sorprendieron a autoridades monetarias del Estado Federal de EE. UU. En las recientes memorias del que fuera equivalente a Ministro de Finanzas del Gobierno Obama, el sr. Timothy F. Geithner, escribe que, en una conversación con el ministro alemán, le sorprendió la dureza que Alemania estaba dispuesta a utilizar frente al gobierno griego (anterior al de Syriza) en caso de que no siguieran las normas que el estado alemán proponía para conseguir el pago de su deuda. Y lo que es más preocupante es el apoyo del Partido Socialdemócrata alemán a las reformas Schröder-Merkel y a las medidas propuestas por la Canciller Merkel como condición del tercer rescate, que significan la continuación de tanto dolor.

Una de ellas es la imposición de las propuestas realizadas por el estado alemán (y aprobadas por las instituciones europeas) de que se establezca un fondo de privatizaciones, gestionado por las autoridades europeas, que fuercen al estado griego a privatizar la propiedad pública de tal estado, a fin de recoger 50.000 millones de euros. Una de las primeras privatizaciones ha sido la de los aeropuertos más rentables en las zonas turísticas griegas (a unos precios irrisorios), vendiéndose a una empresa alemana Fraport para su gestión. Esta compañía alemana gestiona varios aeropuertos en aquel país, incluyendo el de Frankfurt. Dígase como se diga, es un pillaje de los recursos públicos griegos hecho bajo la supervisión de las autoridades europeas (en las cuales la influencia del estado alemán es mayor), pillaje que se realiza bajo la amenaza (y que ya se realizó una vez) que el Banco Central Europeo no proveerá dinero ni a los bancos ni al estado griego en caso de que se desobedezca. Hoy lo que estamos viendo en Grecia es la III Guerra Mundial, guerra que está ocurriendo sin disparar un tiro y sin soldados, realizada por individuos con corbata y con una sonrisa en sus labios, prototipo de la burocracia europea y de los establishments financieros, económicos, políticos y mediáticos europeos que están, a la vez que supervisando las privatizaciones, imponiendo unos recortes de las pensiones, el 40% de las cuales no llega al umbral de pobreza en aquel país. En un lenguaje bélico, esta situación se definiría como “la ocupación de Grecia por el estado alemán”. En el lenguaje mediático tales términos no se utilizan por considerarse provocadores, ignorando con ello que no es la narrativa sino la realidad que aquella esconde la que debe denunciarse por haber convertido “el sueño europeo” en una mayor pesadilla para los pueblos tanto de la periferia como del centro de Europa.

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