Opinión · Dominio público
Brasil: Por qué el 'impeachment' de la presidenta Dilma es un golpe
Profesor de Filosofía de la Universidade Federal da Paraíba
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Giuseppe Tosi
Profesor de Filosofía de la Universidade Federal da Paraíba
Hoy en Brasil existen dos fenómenos políticos principales: el proceso de impeachment contra la presidenta Dilma Rousseff y la operación Lava-Jato, que investiga crímenes de corrupción en el Petrobrás, la mayor empresa pública brasileña. Trataré del primero, que es el más urgente y más grave.
Brasil es una República Federativa Presidencialista, donde el presidente tiene un mandato fijo de cuatro años, y sólo puede ser derribado a través de un proceso jurídico y político. Jurídico porque tiene que haber motivos comprobados de crímenes cometidos, y político porque necesita de la mayoría de los 2/3 del parlamento.
En el caso de la presidenta Dilma, el único crimen que le atribuyen se refiere a la administración de las finanzas públicas: en 2015, para dar continuidad a los programas sociales, retrasó el crédito a los bancos públicos, que tuvieron que asumir con sus propios recursos y que fueron después resarcidos por el Gobierno. Una práctica común en la administración pública, practicada por los presidentes anteriores y que la jurisprudencia del Tribunal de Conta nunca había considerado suficiente para decretar la no aprobación del presupuesto público; sólo en el caso de la presidenta Dilma. Y que, de cualquier forma, no constituye un “crimen” suficiente para derribar a una presidenta electa con 54 millones de votos.
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Es importante resaltar que Dilma no está acusada en ningún caso de corrupción, mientras el presidente de la Cámara, Eduardo Cunha, que dirige el impeachment, está acusado de varias tramas de corrupción vinculadas a la Lava-Jato y a otros episodios. Lo mismo sucede con decenas de diputados y senadores. Por esto, tenemos la paradoja de una cámara con decenas de imputados en procesos criminales que va a juzgar por crimen de responsabilidad a una presidenta que no está implicada en ninguna acusación.
Por eso, se trata de un golpe, porque en un régimen presidencialista no es suficiente la falta de apoyo político o la baja popularidad debido a la crisis económica para expulsar la presidenta del Gobierno.
Las cosas están aún más graves porque el vicepresidente Michel Temer, del PMDB, el mayor partido de apoyo al gobierno desde los tiempos de Lula, es el principal articulador del golpe junto con Eduardo Cunha. La semana pasada, el PMDB decidió retirar el apoyo a la Presidenta y exigir la dimisión de todos los ministros del partido…obviamente menos del propio. Temed, porque, en caso de impeachment ¡sería él el que asumiría la presidencia!
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Y ésta es otra anomalía, ya que una vez que el vicepresidente también firmó los mismos decretos que Dilma, debería ser objeto de impeachment como la presidenta.
Debemos también observar que, desde el primer día del nuevo mandato de Dilma, la oposición no reconoció la derrota y empezó un proceso político de desgaste cotidiano, que va más allá de la normal dialéctica entre el gobierno y la oposición, para hacer inviable el Ejecutivo, apoyado por sectores de los medios de comunicación, controlados por grupos privados radicalmente hostiles contra el Gobierno. En Brasil hace falta un canal público de televisión: recientemente se creó uno, pero no tiene repercusión en la población. Así no tenemos debate político, contraste de opiniones, y como se dice en Brasil, la información es “um samba de uma nota só”. A esto se añade el trabajo sistemático de algunas empresas de prensa escrita, como las revistas Veja, Isto É, Época... de difamación, desinformación, calumnia contra Dilma, Lula, el PT y todo lo que pueda parecer de izquierda. La información alternativa está en los numerosos blogs de internet que, a su vez, están desarrollando un excelente trabajo.
Es en este contexto, aparecen las manifestaciones en la calle; de un lado, las de clase media apoyadas por la televisión; por el otro, las de los movimientos sociales y partidos de izquierda. Aquí se nota claramente el carácter de clase de la disputa: contra el gobierno están los blancos y los ricos, y también sectores de la extrema derecha que tienen saudade del régimen militar. Por otro lado, están los militantes y la población de rentas bajas beneficiada por los programas de inclusión social.
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En las próximas dos semanas, la cámara decidirá a favor o contra el impeachment: el resultado es imprevisible. Hasta el momento ha aumentado la violencia verbal y el clima de odio, pero no se llegó a la violencia física: esperemos que continúe así y que el golpe sea derrotado. Si así no fuera, tendremos tiempos sombríos en Brasil y en toda Latinoamérica.
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