Opinión · Dominio público
Confianza y esperanza: la unidad, a partir de marzo
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ÓSCAR RODRÍGUEZ VAZ
De todos es conocido que el Gobierno intentó poner fin a la violencia terrorista que venimos sufriendo desde hace más de tres décadas a través del diálogo y que ETA dinamitó el proceso con un bombazo en Barajas, segando la vida de Diego y Carlos. Pero ahora lo relevante del frustrado proceso –máxime después de los asesinatos de Raúl y Fernando– es cómo salieron las partes, quién salió más débil y quién más fuerte.
No descubro nada si afirmo que hoy hay más coordinación entre policías, dentro del Estado y entre los diferentes Estados; hay más conciencia social contra el terrorismo en Euskadi, en España y en Europa; hay una mejor legislación –aunque imperfecta, como cualquier otra– para acabar con los atajos de quienes dan aliento a ETA; hay más partidos políticos que nunca que manifiestan su oposición frontal al terrorismo. Y frente a esto, tenemos a una banda terrorista diezmada, desesperada y cada vez a mayor distancia de lo que ellos siempre han considerado su fuente de legitimidad, el electorado de la izquierda radical abertzale (el último estudio del Gobierno Vasco a este respecto –mayo de 2007– daba cuenta de que el 62% del electorado de EHAK rechazaba el uso de la violencia como forma para conseguir objetivos políticos).
Esto no quiere decir que ETA no pueda amargarnos la vida. Pero sólo puede hacer eso. ETA sólo puede matar. Sólo puede generar sufrimiento y dolor. Sólo puede romper familias. Pero no puede conseguir nada más, ninguna ventaja, ningún objetivo político. Se trata de una banda de fascistas cobardes que huye hacia adelante a través del terror, porque tiene miedo a mirarse al espejo y tener que reconocer que su tiempo se ha terminado, si es que alguna vez tuvo un tiempo.
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Evidentemente, todo no será perfecto, porque aún no hemos terminado con el terrorismo, pero habrá que reconocer que hoy el Estado, las instituciones democráticas están más fuertes y ETA más débil que nunca. Sin embargo, los terroristas se han encontrado con una ventaja: la desunión de los dos principales partidos de España, ocasionada por la falta de colaboración del PP. Es la primera vez que la oposición trata de impedir al Gobierno dirigir la política antiterrorista. Pero este hecho, con ser una desventaja, no mina en lo fundamental la fortaleza de la democracia española. Por tanto, debemos seguir confiando en el Estado de Derecho para ver más pronto que tarde el fin del terrorismo.
Otra cosa bien distinta es el debate sobre la unidad abierto tras el doble asesinato de ETA de hace unos días. En cualquier caso, parece claro que la unidad no va a ser fácil después de tres años y medio de bronca entre el PSOE y el PP, básicamente fruto del no reconocimiento por parte del PP del resultado que arrojaron las urnas en las pasadas elecciones generales.
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Para que esta se produjera, haría falta que cada partido político, cada dirigente, cada persona pusiera la lucha contra el terrorismo como prioridad en su acción política y, sobre todo, renunciara a utilizarlo como arma arrojadiza en la legítima pugna democrática. La unidad no es un fetiche al que hemos de recurrir tras cada atentado terrorista. Más bien, es una herramienta básica para luchar frente al terrorismo y, sobre todo, para deslegitimar socialmente a los terroristas y a quienes les dan cobertura.
Pero o mucho me equivoco, o ningún dirigente del PP –particularmente en Euskadi– afirmará que el único error del proceso de paz fue su ruptura por parte de ETA; ninguno reconocerá los avances que se han producido contra el terrorismo; ninguno hablará en favor del Gobierno y de los socialistas ni nos dedicará palabras de aliento. Simple y llanamente porque la unidad es el señuelo que ahora utiliza el PP para tratar de demostrar lo que llevan defendiendo tres años y medio. Y, por tanto, todo lo que hiciéramos sería poco, incluso aunque saliéramos arrodillados a la plaza pública a reconocer la veracidad de todas las insidias lanzadas por el PP, particularmente en materia de terrorismo, desde el 14 de marzo de 2004.
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A mí me da que la única forma de conseguir la unidad entre el PSOE y el PP en esta materia es derrotar a este último en las urnas de forma contundente. Pero es sólo una opinión.
Óscar Rodríguez Vaz es parlamentario vasco y secretario general del Grupo Parlamentario del PSE-EE
Ilustración de Mikel Jaso
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