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Opinión · Dominio público

El legado de Olof Palme

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CAYO LARA

Nuestro eurodiputado Willy Meyer (Grupo de la Izquierda Unitaria/Izquierda Verde Nórdica) ha promovido una iniciativa dentro del marco de la Comisión Europea instándola a reabrir la investigación del asesinato de Olof Palme, el gran político socialdemócrata sueco. Meyer recuerda en su escrito que “el primer ministro de Suecia, Olof Palme, fue asesinado el 28 de febrero de 1986 sin que hasta la fecha, y a pesar de todas las líneas de investigación exploradas, se hayan conseguido resultados esclarecedores”.

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Hasta hace unas semanas semanas, lo más concluyente que sabíamos al respecto de la investigación del asesinato de Palme era su prescripción al cumplirse 25 años del magnicidio, es decir, en febrero de 2011. No obstante, se ha producido una reciente decisión del Parlamento de Suecia por la que se han introducido cambios en su legislación para que determinados crímenes sin resolver no prescriban. Es en este contexto en el que hay que enmarcar la iniciativa del eurodiputado de Izquierda Unida, y por ello su escrito a la Comisión Europea para que, “junto a las autoridades suecas”, reanude las investigaciones sobre la muerte de Palme.

Al margen de esta cuestión puntual, confieso que mi conocimiento sobre la figura de Olof Palme era, hasta hace bien pocas fechas, bastante superficial. Sabía, eso sí, que fue máximo responsable del Partido Socialdemócrata de Suecia, primer ministro de su país, uno de los políticos más controvertidos, coherentes y solidarios que dio el siglo XX y, conocía, también, que fue asesinado por un desconocido mientras paseaba en compañía de su esposa a la salida de un cine, en Estocolmo. Un asesinato que, después de casi 25 años, aún está sin aclarar.

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He leído recientemente algunos materiales del primer ministro, y sobre él y me ha interesado de forma especial una biografía (¿Pero quién mató a Olof Palme?, de Ramón Miravitllas). El personaje se me ha revelado extraordinario. Sólo un político merecedor de ese calificativo es capaz de trascender las fronteras de un país con nueve millones de habitantes y erigirse en una figura de referencia internacional. Alguien a quien, en vida de Palme, molestó mucho el papel jugado por este; un asesor de Reagan que tras el magnicidio declaró: “Al fin Suecia ha vuelto a lo que tenía que ser, un país pequeño que no tiene por qué andar metiéndose en los líos de los grandes”.

Olof Palme personificó a la avanzada socialdemocracia sueca y completó la construcción de un modelo de desarrollo con fuerte protección social. Fue un activo defensor de la causa del Tercer Mundo, proclamó el desarme y la neutralidad, y no fueron pocos los que vieron en él un peligro debido a su activismo en defensa de una Europa desnuclearizada, autónoma, pacífica y progresista. En los años setenta, denunció sin miedo la política belicista de Estados Unidos, fue un referente internacional contra la dictadura franquista, no se escondió tras ningún parapeto en su frontal lucha contra la política del apartheid en Sudáfrica, apoyó a la OLP y fue amigo de Fidel Castro y, siempre, batalló al lado de los hombres y mujeres que defendían los derechos del Sur frente a los abusos del Norte. Conocida es su acción protectora de los desertores de Vietnam, su acogida a los exiliados chilenos, a los desterrados uruguayos, a los torturados argentinos... Olof Palme era un amigo sincero de la revolución nicaragüense y habló con claridad a los comandantes, a quienes apoyaba, sí, pero también recriminaba sus errores. Y todo ello lo hacía abiertamente; para Olof Palme era muy importante la pedagogía política.

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La desaparición de este socialdemócrata, que creía en la transformación de la sociedad por la vía democrática y que nunca renunció a la responsabilidad internacional de la izquierda, ha resultado ser una pérdida irreemplazable. Después de él se nos tornó raro hasta el lenguaje, engañoso. Y hoy utilizamos a veces el término “socialdemócrata” para designar una especie de “socialismo descafeinado”, cuando no una suerte de alteración genética que calificamos de “social liberal”. En el contexto de la actual crisis económica, ¿qué condiciones les habría puesto Olof Palme a los banqueros antes de socorrerlos viendo las consecuencias de sus propios fiascos? ¡Lástima no poder comprobarlo! Cuando vemos estupefactos cómo los estados se desmoronan ante un capitalismo especulador e insaciable, uno analiza la trayectoria de socialdemócratas como Olof Palme y desearía contar con muchos de ellos para afrontar los retos que, sin duda, nos esperan. Sí sabemos, y escrito está, que en la propuesta de programa común para los partidos socialdemócratas europeos –que Olof Palme expuso en su intercambio epistolar con Willy Brandt y Bruno Kreisky allá por 1974– se recogía el derecho “de todos los estados a disponer de sus propias riquezas naturales. También apoyamos la creación de un sistema de comercio internacional más justo...”.

El 15 de marzo de 1986, Ingvar Carlsson, sucesor y gran amigo del primer ministro asesinado, pronunció un discurso en la Comuna de Estocolmo. Fue una pieza cargada de sentimentalidad y un elogio político muy ajustado al perfil del personaje. Carlsson recordó, y ello puede resumir la tarea de toda una vida: “Olof Palme hizo del mundo nuestra área de responsabilidad”.

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Quienes consideramos interesante las posiciones políticas de Olof Palme, aunque como es mi caso, estemos alejados ideológicamente de sus planteamientos, no podemos dejar caer en el olvido esa visión global que atesoraba: del mundo, de nuestra realidad más próxima, y también de nuestras propias competencias individuales.

Cayo Lara es coordinador Federal de IU

Ilustración de Federico Yankelevich

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