Opinión · Dominio público
Cunit: una mala ficción
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El día 1 de julio, al leer en este mismo periódico la noticia sobre el juicio contra el presidente de la Asociación Islámica de Cunit (Tarragona), y el imán de la misma localidad, acusados de amenazar y coaccionar a F.G, mediadora cultural del ayuntamiento, supe que era la primera vez que una mujer musulmana logra sentar en el banquillo a dos líderes de su comunidad.
Si hay algo positivo que extraer de ello es que este juicio escenifica bien que la comunidad , como todas los grupos, no es homogénea.
Y, continuando con esta idea de la escenificación, creo que los hechos de Cunit, que resumiré en breve, representan a la perfección uno de los conflictos esenciales de nuestra época.
Los hechos de Cunit fueron recogidos y difundidos ampliamente por toda la prensa de nuestro país: la denuncia de la mediadora a varios representantes de la comunidad islámica de su pueblo; el supuesto poco apoyo de la alcaldesa a la mediadora; el supuesto mimo con el que la alcaldesa trataba a los acusados, especialmente al imán, considerándolos los auténticos representantes de la comunidad; la iniciativa de la misma alcaldesa, también senadora del PSC (partit dels socialistes de Catalunya) por Tarragona, de presentar una moción en el senado para regular el uso del velo integral en los espacios públicos y la posterior desautorización de su partido; la posición crítica de la concejal de inmigración con la decisión de su partido, el mismo que el de su alcaldesa, de prohibir el burka en las dependencias municipales; y su apartamiento del área de inmigración para ser asumida por la propia alcaldesa.
Puesto que no quiero hacer juicios paralelos, prescindiré de las personas reales e imaginaré que estoy tomando las primeras notas para una futura representación teatral.
Lo que sigue es, pues, una ficción. Eso sí, basada en hechos reales.Una alcaldesa de izquierdas que, como buena progresista, trata de respetar la cultura del otro. Y lo hace convirtiendo la comunidad de este otro en un bloque monolítico donde poco importan los individuos. Toda la comunidad es homogénea y está bien representada. Es suficiente hablar con dichos representantes para tener tranquilos a todos los miembros de la comunidad. Y si estos representantes tienen ideas retrógradas –alejadísimas de los valores de esta política de izquierdas– es igual. Se trata, ante todo, de respetar la cultura del otro.
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Pero, ay, en todas las comunidades hay elementos subversivos que no aceptan aquello que son. Aquello para lo que han nacido. Moscas cojoneras, vaya, que deciden adoptar los valores que no son suyos. La mediadora cultural se convirtió así en un problema para la política. ¡Tanto cuesta ponerse un pañuelo y dejar de relacionarse con los que ella debería considerar infieles y obedecer al representante de la comunidad!
Si la mediadora y el séquito de periodistas que ha dado eco a sus palabras pretendían ridiculizar a nuestra alcaldesa, van equivocados. Esta tiene un as en la manga. Para demostrar que ella no cede al chantaje de los fanáticos, en su calidad de senadora, querrá presentar una moción en el senado que regule el uso del burka en los espacios públicos. Así demostrará a la gente que ella es incluso más valiente que los antiburka de la derecha. Esta vez no se saldrá con la suya porque, como la gran mayoría de los mortales, ella también tiene un jefe y este le dice que se conforme con la
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prohibición en las dependencias municipales.
Nuestra alcaldesa ha caído en la trampa de los dos fanatismos. El del imán rudimentario y fanático que pretende subyugar a todos los miembros de la comunidad, imponiendo su ley, y el de la derecha xenófoba que, angelitos míos, ahora nos quieren hacer creer que son los grandes defensores de la igualdad hombre-mujer.
Y finalmente, la concejal seria. La que quiere seguir trabajando por y para la igualdad real, la que no se encuentra cómoda ni con el trato de favor, fomentando una actitud caciquil, de nuestro imán rudimentario, ni con las soluciones rápidas y fáciles como la prohibición del burka, que cierran un gran debate pendiente en falso; se tiene que apear del cargo.Sí ya lo sé. Es una historia muy mala. Como todo mal escritor, utilizo mis personajes para intoxicar a los lectores con mis propias opiniones. Y para hacerlo creo a personajes lineales, desprovistos de matices y planos. Así que quizás sea más útil transmitirles directamente mis ideas. A saber:Los únicos que saben interpretar a la perfección su papel son los fanáticos. La derecha xenófoba y nuestros propios talibanes, algunos rudimentarios y simples y otros cercanos a las ideas salafistas, merecedores de toda la atención del Ministerio del Interior.
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El resto: algunos, como la mediadora de esta mala ficción, han de conformarse siendo tratados como occidentalizados, en el mejor de los casos, y como traidores, en el peor de ellos. Otros, como la alcaldesa, andan coqueteando con el fanatismo unas veces y otras se los quieren sacar de encima por decreto. Y, finalmente, la gente seria e inconformista, representada por la concejal, tiene que rendirse a la evidencia: este mundo ama el ruido y no la reflexión.
En conclusión: somos víctimas de un funcionamiento mental muy bien descrito por el historiador Abdellah Laroui, la necesidad de un contratipo para la toma de conciencia de la identidad cultural de nuestro grupo.
La izquierda de este país debería hacer autocrítica y aceptar que va oscilando entre un buenismo peligroso con la cultura del otro y los chantajes de una derecha que lo que quiere realmente es tener a los inmigrantes sometidos y sin pretensiones de ser ciudadanos de pleno derecho.
Saïd El Kadaoui es Psicólogo y escritor
Ilustración de Enric Jardí
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