Opinión · Dominio público
ONGD: el todo y la parte
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JOSÉ Mª MEDINA REY
Durante 2007 han tenido un especial e intenso reflejo en los medios de comunicación varios casos de irregularidades, de mal funcionamiento o de inadecuada actuación de algunas ONG relacionadas con el sector de la cooperación al desarrollo (ONGD), unas más conocidas y otras menos. Esas pocas ONGD han conseguido una cobertura mediática muy importante. Hace pocos días, en la recta final de 2007, la Coordinadora Española de ONGD –que representa a más de 400 ONGD– consiguió, después de muchos meses de negociaciones, la firma de un histórico Pacto de Estado contra la Pobreza, suscrito por TODOS los partidos políticos con representación parlamentaria, y que establece bases sólidas y consensuadas de lo que será la política de cooperación al desarrollo en los próximos años. Este acontecimiento, de enorme relevancia en el mundo de la solidaridad, ha pasado bastante desapercibido en los medios.
Es innegable que en 2007 se han producido varios casos notables y notorios de comportamientos inadecuados en algunas ONGD. Pero es llamativo que no haya tenido apenas reflejo en los medios el inmenso trabajo de apoyo a las iniciativas de lucha contra la pobreza que realizan cientos de ONGD en España. Y, sinceramente, lo que nos gustaría ver reflejado en los medios de comunicación no son nuestros logros ni nuestros méritos ni nuestras bondades, sino los esfuerzos de las poblaciones con las que colaboramos para superar las condiciones de carencia y desigualdad en las que viven.
Éste es un gran reto, la comunicación para el desarrollo, de forma que el trabajo de cooperación con las poblaciones más empobrecidas del mundo, realizado a partir de valores de solidaridad, justicia, fraternidad y humanidad, sea amplia y suficientemente conocido. Sería un paso importante para cultivar e incrementar esa solidaridad.
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El Estado español, con aportaciones de las diferentes administraciones –central, autonómica y local– ha incrementado en estos años sustancialmente los recursos destinados a ayuda al desarrollo. Junto a ello, muchas ciudadanas y ciudadanos colaboran con el trabajo de las ONGD; solamente en una parte de ese sector, las ONGD integradas en la Coordinadora de ONGD-España, hemos podido ver, en la última actualización de datos de nuestro directorio, que hay casi un millón y medio de personas que colaboran económicamente de forma regular y periódica; otro medio millón lo hace de forma esporádica; casi un cuarto de millón de personas realizan trabajo voluntario y alrededor de 17.000 personas han optado por desarrollar su labor profesional en este sector. La amplitud de esta tarea, que se traduce en miles de iniciativas de cooperación al desarrollo y acción humanitaria, requiere también un amplio y capilar esfuerzo de comunicación para que pueda ser interiorizada y apropiada por nuestra ciudadanía. Una de las formas de promover esos valores que nos motivan, además de respetarlos y defenderlos, debería ser difundirlos.
Si se produce algún caso de irregularidad en una ONGD, los primeros perjudicados son esos colectivos de beneficiarios y de participantes. Por eso, las propias ONGD somos las primeras interesadas en que se detecte cualquier caso de irregularidad y se llegue hasta el fondo de la investigación hasta que se desvele la verdad y se tomen las medidas oportunas. Pero si la reprobación que pueda merecer el inadecuado comportamiento de una persona o de una organización se extiende de una forma apresurada e injusta al conjunto, poniendo en duda no sólo la transparencia sino la coherencia e incluso la legitimidad de todo ese tejido social, en definitiva, juzgando al todo por la parte, también los primeros perjudicados serán esos millones de personas que participan y se benefician de nuestro trabajo.
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Es importante que tomemos conciencia de que lo que hay detrás de las organizaciones son personas, millones de personas: beneficiarias, voluntarias, colaboradoras, donantes, trabajadoras, asociadas, militantes… mayoritariamente convocadas, reunidas, aglutinadas por sus valores; personas solidarias que se han comprometido en hacer del mundo un lugar más digno, más justo, más humano; personas a las que, cuanto menos, se les debe respeto, y además merecen respaldo, apoyo, colaboración.
Para las organizaciones de la sociedad civil, la participación es vital: nos dinamiza interiormente, nos permite ser fermento en la sociedad, nos da fuerza y legitimidad para desarrollar nuestro trabajo. No será igual en todos los casos porque las realidades personales son diversas, y por tanto encontraremos personas que participan como socias, o como donantes, o como colaboradoras, o voluntarias, etc. Pero en todos los casos, es un derecho y un deber de todo el que apoya la labor de una organización con su dinero, su tiempo, su opinión... mantenerse informado y, si ve algo que le llama la atención o que no le parece adecuado, preguntar y pedir explicaciones. Esta participación de base será, junto a los medios establecidos por nuestro ordenamiento jurídico, un eficaz mecanismo de control para asegurarnos que las ONGD se gestionan adecuadamente y, lo que es más importante, son coherentes con sus objetivos y principios.
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José Mª Medina Rey es presidente de la Coordinadora Española de ONGD
Ilustración de Enric Jardí
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