Opinión · Dominio público
Sijena, Salamanca, expolios y nacionalistas
Ex secretario de Estado de la Seguridad Social
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Octavio Granado
Ex secretario de Estado de la Seguridad Social
En 1995, el Gobierno de Felipe González decidió, después de muchos titubeos, devolver a la Generalitat de Cataluña, diversos documentos incautados por las tropas del bando nacional al final de la Guerra Civil durante la ocupación de la zona republicana en Cataluña.
El Partido Popular consideró la devolución un expolio y un despojo, y movilizó contra la misma decenas de miles de firmas y de manifestantes al calor del más rancio nacionalismo españolista.
En 1996 el triunfo electoral del PP y Aznar condenó la devolución al olvido, pretextándose la imperiosa unidad del archivo.
Cuando José Luis Rodríguez Zapatero fue elegido Presidente del Gobierno volvió a retomar el tema, y una comisión de historiadores y prestigiosos profesionales determinó la inapelable justicia de la reclamación de las instituciones y los ciudadanos catalanes, frente al auténtico expolio, el de los saqueadores triunfantes.
Viví el incidente desde muchos puntos de vista: en 1995 era senador por la Comunidad de Castilla y León, el único socialista, y sufrí los embates de quienes me consideraban como poco un traidor por defender la devolución; después, desde 2004, como Secretario de Estado del Gobierno; en ambos casos, como historiador de profesión.
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Al principio, cuando intentaba explicar en intervenciones públicas la lógica de la devolución, me decían barbaridades; los más sibilinos, me preguntaban si no me incomodaba discutir contra corriente. Después, lo fundamental en la oposición del PP era que se dejara hablar a los tribunales. De hecho, la Junta de Castilla y León recurrió la decisión, y el Tribunal Constitucional tuvo que confirmar la legalidad de la devolución en una sentencia de 2013.
Ahora el nacionalismo rancio vuelve a las manifestaciones; los trabajadores del Museo de Lleida, como los del Archivo en Salamanca en su día, animan las protestas; se denigra la devolución motejándola de "expolio". Incluso una representante de la CUP habla de "botín de guerra". Hombre, aquí hubo un expolio, eso sí, pagando. Y un botín, pero no de guerra, sino de la madre superiora que vendió unos bienes que no la pertenecían. Me sorprende sinceramente que nadie haya reparado en la enorme coincidencia de la historia de los papeles de Salamanca con la de las tallas y mobiliario de Sijena. Ya sé que todas las comparaciones son odiosas, pero cada vez estoy más convencido de que cuando se discuten cuestiones culturales, el derecho de apropiación no es un título legítimo de propiedad, se haga por la fuerza de las armas o mediante compraventas ilegales. Y por cierto, los argumentos de todos los nacionalismos, cuando se enfrentan a la lógica elemental de la justicia, apestan.
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