Opinión · Dominio público
Zapatero, ¿el Schröder español?
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VICENÇ NAVARRO
Deduzco de las declaraciones hechas por el presidente Rodríguez Zapatero a Radio Nacional de España (01-10-10) que el jefe del Ejecutivo está tomando al ex canciller Gerhard Schröder de Alemania como su punto de referencia. En tal entrevista, defendió las medidas impopulares que ha estado tomando y/o proponiendo, causantes de la huelga general, refiriéndose a lo que ocurrió en Alemania, donde –según él–, el Gobierno socialdemócrata liderado por Schröder abordó en el periodo 1998-2005 una serie de políticas de ajuste duro –congelación de pensiones, aumento de la edad de jubilación de 65 a 67 años, reformas fiscales regresivas y reestructuración de la negociación colectiva– que le ha permitido a Alemania sobrellevar ahora la crisis en condiciones mucho mejores que los demás países. De la misma manera que Schröder lo hizo en Alemania, ahora –dijo el presidente– lo tenemos que hacer en España, enfrentándonos a unos años duros que darán lugar más tarde a la recuperación económica, como ha ocurrido en aquel país.
El mayor problema con esta lectura de lo sucedido en Alemania es que es errónea. En realidad, la aplicación de las reformas de Schröder determinó un estancamiento de la economía alemana que, al ser el motor de la europea, afectó negativamente a toda la economía de la Unión Europea. Las tasas de crecimiento del PIB alemán (bien total, per cápita, o por trabajador) han sido de las más bajas de la UE-15 durante todos estos últimos años. Y la causa del estancamiento de la economía alemana fueron precisamente las políticas llevadas a cabo por Schröder (continuadas, más tarde, por Angela Merkel). Así, las reformas laborales tuvieron como objetivo aumentar la competitividad a base de reducir los salarios de los trabajadores, una situación semejante a la que están intentando las reformas laborales llevadas a cabo en España. Los salarios se estancaron y el número de salarios por debajo del promedio salarial de Alemania subió de manera muy notable.
El aumento (lento) de la productividad no benefició a los trabajadores sino a los empresarios y, muy en especial, a las empresas exportadoras (para una de las cuales ahora trabaja el ex canciller Schröder), y a la banca, cuyo capital dependía en gran manera de las exportaciones. Puesto que dos terceras partes de estas fueron a países de la eurozona, los bancos alemanes acumularon una enorme cantidad de euros que prestaron a la banca de España, Grecia y Portugal, además de comprar deuda soberana de estos países. Las exportaciones se convirtieron en el motor de aquella economía, tal como el Gobierno de Zapatero intenta ahora en España.
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Este crecimiento, sin embargo, no benefició a las clases populares, cuyo nivel de vida se vio también afectado negativamente por las políticas de austeridad y reducción de beneficios sociales. Alemania pasó a ser el país de la UE-15 en el que las desigualdades sociales y la pobreza crecieron más rápidamente. Si Schröder no hubiera rebajado los impuestos durante su mandato (tal como también ocurrió durante el mandato Zapatero), el Estado alemán habría recaudado 750.000 millones de euros más de los que recaudó. Esta cantidad es la que la canciller Merkel quiere ahora recuperar a base de recortes sociales (tal como también está ocurriendo en España). De ahí que el ministro de Economía del Gobierno Schröder Oskar Lafontaine expresara su desacuerdo (y más tarde dejara el Gobierno y el Partido Socialdemócrata), pues lo que tal ministro deseaba era subir los salarios y el gasto público y convertir así la demanda doméstica (en lugar de las exportaciones) en el mayor motor de la economía alemana. De haber ganado Lafontaine, la Unión Europea se habría beneficiado, pues habría revitalizado la demanda de productos en toda la región.
La situación económica de los países de la eurozona está en gran recesión y sin condiciones de importar productos alemanes, y por lo tanto de poder estimular las exportaciones y la economía alemanas. La manera como Alemania ha salido (provisionalmente) de esta situación no se ha debido –como Zapatero indicaba– a su política de austeridad, sino al contrario, a sus políticas expansionistas, rompiendo con aquellas políticas de austeridad. Como bien ha escrito Mark Weisbrot –“The fallacy of taking German lessons” (The Guardian, 30-08-10)–, las políticas de estímulo de la economía alemana son de keynesianismo puro. Según las cifras de la Oficina de Estadística del Gobierno federal, el déficit del Estado en la primera mitad de 2010 fue más del doble que el existente en la segunda mitad de 2009, un enorme crecimiento del déficit que pocos países han experimentado en la UE. Es más, los lander (la entidad equivalente a las CCAA en España) han aumentado su gasto de una manera muy notable, precisamente lo opuesto a lo que está ocurriendo en España. Añádase a ello la devaluación del euro y el estímulo económico de China y del este asiático, además de EEUU, que han impulsado las exportaciones alemanas. Nada que ver, pues, con las reformas del canciller Schröder, que han sido responsables de la ralentización económica de Alemania y Europa y del declive del estándar de vida de sus trabajadores, tanto en Alemania como en la UE.
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Una última observación. Aquellas políticas, además de ser impopulares y contraproducentes, fueron la causa del colapso del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD). El partido alcanzó los niveles más bajos nunca conocidos de apoyo electoral, consecuencia de una enorme abstención entre sus bases y la desmovilización de sus miembros, la mitad de los cuales dejaron el partido. Y me temo que, por desgracia, algo semejante ocurrirá en España, a no ser que el Gobierno de Zapatero, en respuesta a la huelga general, cambie de política. Hoy, el Partido Socialdemócrata Alemán, en la oposición, ha renunciado a la mayoría de aquellas reformas, incluida la del retraso de la edad de jubilación a los 65 años. ¿Aprenderá el PSOE de ello?
Vicenç Navarro es catedrático de Políticas Públicas de la Universitat Pompeu Fabra y profesor de Public Policy
en The Johns Hopkins University
Ilustración de Mikel Jaso
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