Opinión · Dominio público
El PP y el Banco Central Europeo
Eurodiputado y portavoz de Catalunya en Comú
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Corría el año 2012 cuando al consejero español del Banco Central Europeo, González-Páramo, le vencía el mandato y España debía renovar el puesto que como cuarta economía de la zona euro le tocaba de forma fija, tal y como se había acordado tras la puesta en marcha de la institución.
Pero España se quedó sin silla. Oficialmente el PP lo achacó a la mala situación económica del país, al borde del rescate, que le hizo perder la fuerza negociadora necesaria para seguir.
Pero en los pasillos de Bruselas, la historia que se cuenta es completamente distinta: el candidato español que tenía ya el acuerdo para ocupar esa silla, José Manuel Campa (propuesto por el anterior gobierno socialista), fue relevado por parte del Gobierno de Rajoy como candidato, optando el PP por Antonio Sáenz de Vicuña, que no fue considerado apto para el puesto. Fue el cambio de candidato, a prisa y corriendo, para evitar que un socialista ocupara la silla, lo que dejó a España fuera del BCE durante 6 años. Esta desastrosa gestión dejó a España sin silla en el momento más complicado de la recesión del país, en el período donde el BCE tuvo que adoptar las llamadas medidas no-convencionales de política monetaria, el momento más crucial de la historia del BCE. Sin silla por puro sectarismo del PP.
Ahora en 2018 el PP se ha propuesto recuperar el puesto que jamás debió haber perdido España, pero lo ha hecho de la peor manera tanto en el fondo como en la forma.
En la forma porque el candidato propuesto, Luis de Guindos, no ha sido consensuado con las demás fuerzas políticas. Hubiera sido lógico que si se quería hacer una candidatura de país, no de partido, se hubiera consensuado el nombre en el Congreso de los Diputados entre, al menos, las cuatro fuerzas mayoritarias. No ha sido el caso.
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Y en el fondo, por el candidato propuesto. Un candidato que por su gestión como ministro genera un rechazo entre muchos sectores en España, con un pasado en el sector privado que genera un claro conflicto de intereses con el puesto que debe ocupar. De Guindos fue responsable de Lehman Brothers y diseño desde allí la salida a bolsa de las cuotas participativas de la CAM, luego rescatada. Fue consejero de BMN antes de ser ministro, y luego ya en el cargo vendió la entidad anteriormente nacionalizada a Bankia con un coste para el estado de 1.100 millones de euros, en una operación que involucró a los fondos que él mismo negoció para el rescate bancario español con el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera. De Guindos opta ahora a un puesto en una institución que tiene a su cargo toda la supervisión financiera de entidades de las que él tuvo relación o bien privada o bien como ministro.
Además, su candidatura genera un amplio rechazo por la politización que supone del banco. Sobre esto deseo aclarar un asunto, especialmente dirigido a aquellos que nos acusado estos días de criticar la politización del banco cuando siempre hemos querido que tuviera control político.
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Efectivamente, nuestra posición siempre ha sido que las decisiones del banco dejaran de ser tecnocráticas, se politizaran, y tuvieran mayor escrutinio parlamentario. Por ejemplo, permitiendo que el Parlamento Europeo pueda tener la última palabra sobre los miembros del Consejo de Gobierno, pero también en sus decisiones: a mí me gustaría que el Parlamento pudiera discutir, y decidir, sobre el ritmo de la reducción de la compra de activos y bonos soberanos que va a operarse en los próximos meses. Eso, para mí, es politizar y democratizar el banco. No lo es hacer saltar a un ministro en activo a una institución que ahora mismo carece precisamente de ese control que exigimos. Son dos cosas muy distintas.
Finalmente, De Guindos tiene otro hándicap, pues supone añadir otro miembro masculino al BCE. De los 25 miembros, sólo hay ahora 2 mujeres, que además terminan su mandato muy pronto. Es un escándalo que la política monetaria sea considerada un club exclusivo para hombres y que los Estados se nieguen a proponer mujeres, como solicitamos desde el Parlamento Europeo.
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Pero lo más preocupante de la candidatura De Guindos no es ni siquiera el pésimo candidato, sino lo que representa. España logrará recuperar una silla en el BCE pero con un gran coste: se consigue principalmente por el apoyo alemán, que exigirá a cambio el apoyo a su halcón Jens Weidmann a la presidencia. Eso es desde mi punto de vista lo más lamentable de esta operación: se recupera una silla sin preguntarse para qué ni con qué estrategia para el Banco. Porque es evidente que a España le conviene una retirada más que pausada de los estímulos, no el brusco giro que imprimirá Weidmann a las políticas de Mario Draghi si llega a la institución.
¿Le conviene a España una operación que suponga su regreso al Consejo de Gobierno, a costa de colocar a un halcón en la presidencia que dé un giro de 180º a las medidas de Draghi? Para el país es objetivamente un pésimo negocio, y sobre estas bases que el PP o el Gobierno nos exija a los europarlamentarios de izquierdas apoyo ciego al candidato por el simple hecho de ser español es poco menos que una burla. No se pueden hacer peor las cosas.
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