Opinión · Dominio público
La Europa opaca de las finanzas
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El 28 de noviembre de 2010, los ministros de finanzas del Eurogrupo y luego los de la UE, el Ecofin, aprobaron el plan de 85.000 millones de euros para la salvación financiera de Irlanda, de los cuales 35.000 millones van destinados a reflotar la banca irlandesa, que es la que ha hundido al Estado irlandés. Y, asimismo, dieron su bendición al programa gubernamental de ajuste brutal de los ingresos públicos por el que tanto habían presionado Bruselas y los gobiernos de la UE. Respetando los procedimientos burocráticos establecidos, está pendiente de su pertinente ratificación en la reunión de diciembre del Consejo Europeo y,
al mismo tiempo, manteniendo la incertidumbre para goce y disfrute de “los mercados”. Pero la cuestión clave en la Europa de hoy es saber adónde nos llevará esta dinámica desatada y alimentada por los actuales gobernantes de nuestra Unión y la tecnocracia de Bruselas. Nadie parece saberlo, aunque una cosa es cierta: el casino funciona a pleno rendimiento para los apostadores y la banca sigue ganando. Lo dicen cantidad de datos indiscutibles pero ocultos tras el montón de noticias de prensa insulsas aunque amedrentadoras para el ciudadano. Para entenderlas tenemos que recordar aquella idea genial de Naomi Klein de la doctrina del shock. Veamos un rosario de datos bancarios recientes.
El rescate financiero de Grecia acordado por la UE fue el rescate de los bancos alemanes y franceses que tenían en sus carteras de valores el mayor volumen de deuda griega.
Irlanda, víctima de la doctrina neoliberal, logró salvar a sus bancos, que habían creado la burbuja inmobiliaria y endeudado al país, incluso con la nacionalización del Anglo Irish Bank, sin cambiar su dirección ni su operativa (¡Esperanza Aguirre dice que el Gobierno irlandés se volvió socialista!). Pero el Gobierno irlandés, realmente, salvaba de forma temporal a los bancos acreedores británicos y continentales. Y ahora la ayuda financiera acordada por la UE significa el rescate de ciertos bancos acreedores europeos, incluidos los de Reino Unido. He ahí la explicación de la solidaridad europea mostrada esta vez por el Gobierno británico.
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La opacidad de la banca europea sigue siendo clamorosa. Los tres bancos irlandeses habían superado en julio pasado los famosos test de estrés o pruebas de resistencia-solvencia organizados por el Comité Europeo de Supervisores Bancarios, organismo tecnocrático dependiente de la Comisión. Un sucedáneo de una inexistente autoridad bancaria supranacional que controle las cuentas de los bancos europeos que operan internacionalmente (el BCE es solamente un banco emisor del euro, pero no supervisa los balances de los bancos de la zona euro).
La difícil situación económica y financiera de Portugal supone un fuerte riesgo de contagio para España o mejor deberían explicarnos que el contagio viene por “las alegrías” de la banca española, que tiene activos portugueses por valor de 89.000 millones de euros (Financial Times dixit).
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Y se ha olvidado que el BCE ha venido salvando los apuros financieros de los bancos del Eurogrupo con su política de liquidez para que los bancos prosiguieran sus negocios financieros; y admitiéndoles como garantía sus activos conforme a la calificación de las tres agencias de evaluación crediticia (consideradas causantes de la crisis financiera internacional pero revigorizadas). ¿Por qué ultimamente el BCE practica esa política, opaca y mezquina, de comprar deuda de sólo aquellos países en situación de agobio frente a los mercados? ¿Por qué no practica la política abierta y transparente de compra de deuda pública como hacen el Banco de Inglaterra y la Reserva Federal de EEUU?
Y, para colmo, dentro del llamado Fondo de Estabilización Financiera creado en mayo por la UE, su elemento básico se instrumenta como cualquier banca financiera según el modelo de financiación que llevó a la quiebra a tantos bancos, la European Financial Stability Facility. En julio, con el aval de los gobiernos de la UE, se creaba lo que en lenguaje de la comunidad bancaria se llama una SPV (Special Purpose Vehicle), una expresión que denomina una sociedad virtual como instrumento recaudador que emite títulos para venderlos en los mercados globales. Y esa sociedad financiera se ha constituido bajo la dirección del alemán Klaus
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Regling conforme a la legislación de Luxemburgo y con domicilio en ese paraíso fiscal y financiero que sobrevive a todas las crisis. Pero estos títulos bursátiles han logrado el objetivo marcado por sus diseñadores, porque han conseguido la máxima calificación crediticia, la triple A de las tres famosas agencias de ratings (Standard & Poor’s, Moody’s y Fitch), lo que les hace más atractivos para los inversores. Es decir, el sistema sigue intacto: los que mandan en los mercados siguen siendo los mismos.
Y, por tanto, serán los mercados, financieros por supuesto, quienes proveerán de recursos a la
European Financial Stability Facility, denominación oficial del ente virtual, hasta los 440.000 millones de euros que tiene avalados y autorizados por el acuerdo del Consejo Europeo de 9 mayo de 2010.
Y así los mercados salvarán a los gobiernos europeos de los apuros en los que ellos mismos les están metiendo. Resultado de un proyecto europeo de mercado abierto sin Estado supranacional.
Juan Hernández Vigueras es miembro del comité de apoyo de Attac.
Ilustración de Gallardo
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