Opinión · Dominio público
De M. a Vox, del miedo al odio
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El libro de Scurati, M., el hijo del siglo (Alfaguara), ha llegado a España casi dos años después de su publicación. No importa, no nos iba a salvar de nada porque no es un recetario antifascista. Como advierte el autor de esta biografía novelada de Benito Mussolini, el fascista que ya lo era se identificará con M. y al demócrata, le repelerá y le recordará a muchos personajes como M., más o menos inteligentes, más o menos fascistas, hijos de su tiempo en crisis, pero con el mismo objetivo: hacerse con el poder gracias a coyunturas sociales y a miserias humanas que surgen de ellas; gracias al miedo. Los hay por todas partes: Trump, Bolsonaro, Salvini, Johnson, Abascal y muchos de los integrantes de su partido. Nos reímos de ellos, los identificamos con fantoches sin ningún predicamento (¿Cómo va a haber alguien que se fíe de un tipo como Trump?), los miramos con incredulidad y cuando ganan elecciones o escaños en los parlamentos, se nos queda la misma cara de imbéciles que a ellos de superioridad moral.
En época de coronavirus, en época de pandemia y toda la convulsión que genera, hay que transformarse en vigilantes de derechos y de libertades, en serenos de la democracia, no vaya a ser que siendo ésta aún endeble en España, nos carguemos lo que habíamos conseguido con tanto esfuerzo y lo hagamos por ese instinto tan humano de lograr la seguridad como sea. Cuando todo -hasta nuestros hijos e hijas jugando en la calle- supone una amenaza, todo aquello que dice garantizar nuestra seguridad y la de los nuestros cotiza al alza. Y el miedo es la mejor vacuna contra la democracia (“El miedo es un sentimiento político más poderoso que la esperanza”).
¿Qué olores capta hoy el fascismo en España para, como cuenta Scurati sobre M., rastrear las reacciones y miserias producto del miedo y la angustia de los/as ciudadanos? El fascismo o su nostalgia, muy bien representada en las Cortes, incluso muy por encima del segundo partido que sostiene al Gobierno de coalición, huele el hospital abarrotado y mal equipado; huele el sudor frío y la incertidumbre del trabajador precario; huele el geriátrico con abuelos/as abandonados a su suerte y a sus familias desesperadas; huele las morgues; huele al Gobierno débil y sobrexpuesto; huele a una clase acomodada aterrada por perder lo que tiene con tanto gasto público por la epidemia y los razonables impuestos que deberían compensarlo; huele al campo y al mar deprimidos y huele al machismo furioso. El fascismo sabe que los españoles paladean el regusto metálico del miedo y lo olfatea con gusto. Ese terror y esa incertidumbre son su gran oportunidad, ya infladas con una repetición electoral injustificable de hace solo cinco meses. ¿Solo cinco meses? Solo cinco meses.
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La información falsa distribuida a toda velocidad, los mensajes contra la inutilidad de la política y sus políticos, socialistas y comunistas; las soluciones fáciles y ‘seguras’ (cierre de fronteras, Ejército en las calles vigilando el cumplimiento de la ley, veto de información e informadores no afines, cárcel por los muertos para los responsables políticos,...) y, en un país como el nuestro, donde el poder real aún lo ejercen la cúpula eclesiática y la Corona, apelaciones al dios católico, al luto riguroso, a las banderas a media asta y al “¡Viva el rey!”.
El fascismo del siglo 21, 100 años después de Mussolini, ha evolucionado, se ha sofisticado, se adapta a los entornos, pero es pragmático como M.: hoy, V. no reniega de la democracia, como el italiano, sino que la elogia y se sirve de sus herramientas para alcanzar una representación y un poder legitimado. Los votan y los votan españoles de bien; todos los conocemos y tenemos entre conocidos, amigos y familiares a los que apreciamos. Nos preguntamos cómo es posible que gente buena, sensible, generosa, solidaria... vote a un partido racista, xenófobo, homófobo o machista. Ha sido posible muchas veces, la Historia está llena de ejemplos y hay que conocerlos.
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No hay una sola respuesta hoy con Vox, como no la hubo con M. o con Hitler. El libro de Scurati no la da, pero te permite conocer la mirada y las razones del fascista. Escrito desde la perspectiva del ‘duce’ y sus acólitos, el Premio Strega 2019 cuenta la vida de un hombre ridiculizado, sí, antes y después de su tiranía, pero que accedió al poder con solo 35 diputados y un discurso simple y primario, intuitivo y emocional, catador impecable de la inseguridad y el miedo. Desde lo bajo para lo bajo, para las tripas y el miedo. Y del miedo, al odio.
35 diputados. Nada más.
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