Opinión · Dominio público
¿Vigencia hoy del golpe de 1936?¿Una estupidez?¿Algo más?
Historiador especializado en la Guerra Civil y el franquismo.
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Hace poco la escritora, periodista y clasicista británica Natalie Haynes publicó en The Guardian un artículo titulado Decline and Fall. Su subtítulo era "Lo que Donald Trump puede aprender de los emperadores romanos". Es divertido y quizá una manifestación de la cireroniana concepción de "la historia, maestra de la vida". Me temo que no sea aplicable al caso español en el mismo continente que los antiguos romanos.
De realizarse una encuesta entre contemporaneistas sobre el primer interrogante de estas modestas reflexiones es verosímil que arrojase muchas más respuestas negativas que afirmativas. Tal encuesta vendría motivada, probablemente, por las manifestaciones de numerosos militares jubilados con carreras brillantes y sobrecargas de condecoraciones. No en último término apadrinadas, en algún ejemplo, por la FNFF. Es un dato que la propia Fundación (que Franco tenga en su gloria) ha reconocido.
El ambiente de 1936 solo sirve muy limitadamente como un posible referente. Los defensores del golpe lo justificaron durante la larga dictadura del "Caudillo de España por la gracia de Dios" con el supuesto peligro en que se encontraba España en aquella primavera –"trágica, según la caracterizó Ricardo de la Cierva–. La etiología fue cambiando poco a poco con el paso del tiempo. Al comunismo soviético se añadió la connivencia del socialismo revolucionario, en posición subordinada. Solo hay que recurrir al libro de Luis Bolín, excorresponsal de ABC en Londres e intermediario en el famoso vuelo del Dragon Rapide. La edición castellana la prologó Fernando María Castiella, catedrático de Derecho Internacional, cruz de hierro y en aquel momento ministro de Asuntos Exteriores de España. Ya habían transcurrido treinta años del suceso. En mi entender, debería republicarse con urgencia.
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Papeles secundarios se atribuyeron en 1936 al no menos supuesto riesgo de la desmembración de España con los Estatutos de Autonomía del País Vasco y de Galicia. Sin embargo, lo que ahora mola es otra ronda de desintegración y un nuevo fantasma, el "social-comunismo". Todos ellos casi siempre han figurado en la rememoración de las víctimas ocasionadas por las desmadradas izquierdas (los libros de, por ejemplo, Eduardo González-Calleja y Rafael Cruz no parece que hayan penetrado en las Academias militares ni tampoco en las lecturas posteriores de los firmantes de las cartas o los intervinientes en un chat privado lamentándose de la imposibilidad de fusilar a más de media España).
Es notorio que el golpe de 1936 tuvo éxito por una concatenación de circunstancias: la minusvaloración de su peligrosidad por parte del Gobierno y la división del Ejército fueron claves en el aspecto interno. En el aspecto externo, cabe tener en cuenta que las potencias fascistas se inmiscuyeron de inmediato a favor de los rebeldes en tanto que las democracias occidentales negaron su apoyo al Gobierno. El resultado fue la guerra civil, para la cual los monárquicos alfonsinos ya habían empezado a prepararse con la amable ayuda de la Italia fascista.
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Tras la dictadura franquista, el susto más fuerte fue el 23-F, felizmente domeñado. Reavivó la preocupación por el papel de las FAS. Cuarenta años después ya había casi desaparecido del radar de la opinión pública salvo como hecho histórico. Ahora los vigilantes jubilados han forzado su retorno, aunque sin la menor duda las circunstancias objetivas no son en absoluto similares a uno y otro caso en el plano económico, político, institucional, social e internacional.
Pero, ¿no habrá, por ventura, algunas similitudes? Cabría pensar en que la pandemia ha arrasado la economía y la sociedad; que la política institucional se ha hecho más cainita que de costumbre; que ciertas intervenciones en el debate de investidura del pasado mes de enero lo mostraron claramente. La vieja tendencia (nuevo Frente Popular; nuevo comunismo, esta vez de cuño bolivariano; una Patria que amenaza otra vez con caerse en pedazos) se ha acentuado. En parte porque en lo social, y esto es para mí lo más importante, un nuevo partido está tratando de cohesionar de forma caudillista a los sensibles a la palabrería del anterior régimen junto con, en el más puro estilo fascista, un hombre y unas huestes encargadas de llevar a cabo su tarea providencial. ¿Cómo en la Alemania de Weimar?
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Pero…
La apelación a SM el rey hace pensar que en el ánimo puedan pesar más dos hitos: el "golpe blando" del general Primo de Rivera y un ejemplo foráneo (el golpe de los coroneles griegos). A lo mejor se piensa también que podría crearse, como en 1936, la sensación de un "estado de necesidad": por ejemplo, con una crisis externa que afectara directamente solo a España, y no a la OTAN y a la UE. ¡Atención! Esta ha mostrado inmensa paciencia ante el vaciado de la democracia en Hungría o Polonia. A nivel europeo, el cortoplacismo partisano ha predominado sobre la visión estratégica. La OTAN, en otras circunstancias desde luego, ni siquiera expulsó a Grecia.
La pregunta del millón: ¿es concebible un escenario que recoja rasgos de ambos casos? Hay que suponer que los distintos Gobiernos que desde el 23-F se han sucedido habrán prestado la debida atención a los eventuales juegos de factores internos y externos. No es un tema para el cual el historiador disponga de información desclasificada. En el mejor de los casos, vamos a los archivos o, en los menos buenos, no quieren comprometer su pureza académica.
Si los jubilados que apelan a SM el rey toman ejemplo de sus conmilitones griegos no habrán olvidado que la dictadura pudo sostenerse solo unos pocos años. Su hundimiento facilitó la transformación en República de la Monarquía. Más multicentenaria que la española. Los griegos antes de su independencia habían formado parte de los imperios otomano y romano. ¿Resultado? El rey fue barrido con los coroneles y la República helénica no ha dudado en ajustar cuentas con su movimiento parafascista. Cuando las barbas del vecino…
Y en cuanto al referente primorriverista no estará de más recordar que el rey de bastos jugó la carta militar y que pocos años después contribuyó decisivamente a la pérdida de su corona.
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