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Opinión · Dominio público

Volver a la política

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Oriol Junqueras, Joaquim Forn, Josep Rull, Raul Romeva, Jordi Turull, Jordi Sanchez y Jordi Cuixart, tras su salida de la prisión de Llerdonés, después del indulto concedido por el Gobierno de Pedro Sánchez. REUTERS/Albert Gea

Los presos del “procés” ya han pasado las primeras horas con sus familias y sus amigos. Era importante que este paso se diera para avanzar hacia la normalización del diálogo político e institucional con las instituciones catalanas y los ciudadanos y ciudadanas de Cataluña. Con todos, porque nadie sobra en el esfuerzo de reparar la convivencia.

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Entre todos debemos enderezar lo que se torció el 1 de octubre de 2017 y con la posterior Declaración unilateral de Independencia. Llegamos a esa ruptura dramática por un gigantesco error del independentismo, sí, pero también a causa de la falta de diálogo y del fracaso total y absoluto de la política. No supimos hacerlo mejor. Y no es momento de buscar responsables, sino de mirar adelante. Ha llegado el momento de que en Catalunya volvamos a la política y exploremos conjuntamente vías de diálogo perdurables y sólidas. Sólo así resolveremos un conflicto que resta y que ralentiza el progreso político, social y económico de Cataluña y del conjunto de España. Con un diálogo entre catalanes y catalanas, divididos por mitades sobre la independencia. Y en un diálogo también entre las instituciones catalanas y españolas. Un diálogo en el marco del respeto a la ley. Un diálogo en el que a mi juicio debemos descartar las opciones extremas del inmovilismo y del rupturismo.

La política sirve para encontrar acuerdos, para cooperar, y este Gobierno tenía que ser valiente y retirar obstáculos, desbrozar el camino, y avanzar con un gesto firme hacia la resolución de un conflicto. ¿Alguien piensa que el diálogo es posible estando en prisión quienes representan a una de las partes?

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El presidente del Gobierno ha hecho lo que estaba en sus manos para dar este primer paso con una medida de gracia, desde el corazón, pero también por razones de utilidad pública. ¿A quién sirve la permanencia en prisión -y llevan ya más de tres años y medio- de los dirigentes independentistas que, por otra parte, seguirán cumpliendo penas de inhabilitación y pueden ver anulados sus indultos si cometen un delito grave?

Quienes estos días se llenan la boca con la crítica y el insulto, deben recordar que el indulto está regulado por ley en España desde el 18 de junio de 1870, modificada durante la democracia y recogida expresamente en el artículo 62 de la Constitución. Algunos quisieran aplicar una ley aún más antigua, la ley del talión (“ojo por ojo, diente por diente”. Los demócratas nos sentimos más representados por sentimientos de perdón. La “paz, piedad y perdón” que imploraba Azaña. La prescrita por el humanismo, cristiano o laico.

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Los momentos excepcionales requieren medidas excepcionales. Se ha concedido un perdón político para restañar heridas. Se abren las vías de la reconstrucción política. Ese es el objetivo de los nueve indultos concedidos y así se debe entender. Sentamos así las bases de una nueva etapa para el reencuentro y el diálogo en el seno de la sociedad catalana y con el conjunto de la sociedad española.

Debemos abandonar la confrontación. Ha infligido demasiado dolor y ha provocado heridas muy profundas en el ámbito personal. También nos ha situado en el hartazgo y el cansancio. En algunos casos ha profundizado en la desafección y el desinterés político. Es hora de redoblar esfuerzos para fortalecer la convivencia y recuperar los afectos. Es hora de fortalecer la adhesión a los valores democráticos, al respeto a la ley, las instituciones y las ideas que se defienden sin menoscabo del marco legal que nos ampara a todos.

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Esta semana el gobierno de España ha puesto la primera piedra para tender puentes. Y ahora conviene que el independentismo se adapte a este tiempo nuevo, promoviendo una mesa de diálogo en Cataluña y no situando en el centro del debate cuestiones como la autodeterminación y la amnistía que no están contempladas ni nuestra Carta Magna ni en nuestro ordenamiento jurídico.

Además, los independentistas deben entender que la independencia no es una aspiración política compartida por la mayoría de los catalanes y que eso divide a la sociedad catalana en dos mitades, en dos facciones enfrentadas. El Govern de la Generalitat que preside Pere Aragonès debe tenerlo en cuenta. Se debe buscar una solución de consenso, en la que coincida más gente, en la que quepamos todos. Quizá una solución que no entusiasme a nadie en concreto pero en la que podamos coincidir una gran mayoría.

Gracias al presidente Pedro Sánchez tenemos una oportunidad para el regreso de la política  a través del diálogo y para avanzar en la construcción de un nuevo espacio de encuentro. Los españoles nos lo merecemos. Los catalanes nos lo merecemos. No podemos ni debemos dejar pasar esta oportunidad.

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