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Opinión · Dominio público

El fin de los centrismos

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Jordi Guillot

Vicepresidente de ICV

Ilustración de Mikel Casal

El PP ha obtenido la mayoría absoluta y acumula el mayor poder institucional de la historia de nuestra democracia. Los resultados socialistas son un desastre. Y el resto de las izquierdas obtenemos unos resultados positivos que nos permitirán tener el protagonismo necesario en este nuevo ciclo político que se abre en España, que será duro y doloroso socialmente. Frente a esta realidad, nuestras responsabilidades son: estar presentes en el conflicto social, participar en la elaboración de un discurso alternativo que explique la realidad, concretar programas y propuestas para la solución de los problemas y crear las condiciones que nos permitan recuperar la hegemonía y la mayoría social y política.

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No podemos leer esta crisis con la misma mirada de las anteriores. Eran crisis duras, cortas e intensas, que provocaban retrocesos electorales de los partidos de gobierno y que eran sustituidos por otras mayorías. Y siempre en el marco de un abanico político muy estrecho que iba del centro-derecha al centro-izquierda. En los próximos años esta alternancia entre los centros ya no se dará. O vamos a peor, o a mejor, el más o menos como siempre ya no será la salida.

La crisis es estructural, global, cuestiona el sistema y el mismo modelo de crecimiento. Será larga. Y nada será igual después de ella. Esta crisis no se resolverá con las recetas de siempre, casi siempre compartidas –con diferentes acentos y sensibilidades– entre conservadores y socialdemócratas.

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La idea dominante es que, en un escenario global, nuestras economías no son competitivas si tienen que soportar impuestos, Estado del bienestar y limitaciones sanitarias y medioambientales. Sobrecargas que en parte explican la deuda soberana. Su remedio es simple; eliminar los obstáculos a la competitividad y para ello nada mejor que los recortes. Europa, en lugar de exportar la sociedad del bienestar, importa la sociedad de la precarización.

El reto es, pues, construir una alternativa que dé esperanza, soluciones, y que convoque a los ciudadanos como protagonistas políticos. Para ello disponemos de los mimbres suficientes para empezar a construirla: la aparición de un movimiento de contestación social y cuestionamiento del sistema, que actúa horizontalmente, en red y a escala europea y global; junto con la recuperación de la izquierda política transformadora, hoy con mayor masa crítica.

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¿Pero por dónde empezar?

La crisis ha abierto un gran debate sobre el sistema capitalista y las políticas neoliberales inherentes a este. Un debate en el que hay que participar y dar la batalla por la hegemonía de las ideas. Quien consiga convencer con su interpretación de la realidad, vencerá.

Definir y concretar alternativas. Dar soluciones a los problemas. El Movimiento 15-M ha recuperado las plazas como foros de debate y de propuestas. Escuchar y dialogar, juntos, para pasar de la certeza de lo que no se quiere a reivindicar lo que se quiere.

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Aceptar que estamos en una etapa de conflicto. Las izquierdas debemos participar en él. Dar frente a cada ajuste, grande o pequeño, una batalla. Movilizar para resistir y concienciar. Ser más fuertes. O cambiamos la Ley Electoral, imposible con una mayoría del PP, o nos adaptamos a ella sin renunciar a su reforma. En estas elecciones generales ya se han producido alianzas electorales positivas y beneficiosas para sus protagonistas, pero aún queda mucho por hacer. Alianzas no sólo entre partidos, debemos buscar vías para la confluencia en apuestas comunes entre la sociedad movilizada y la organizada. Los partidos debemos darnos cuenta de que ha aparecido un nuevo protagonista, el 15-M, que no va a delegar en ninguno de nosotros su energía y credibilidad, y que ocupará una centralidad en el debate y la movilización muy superior a la nuestra. El encuentro sólo es posible si se da en las plazas y calles y de forma horizontal.

Recuperar la credibilidad de la política. Que no quiere decir, sólo, la de los partidos ni la de los políticos. Credibilidad recuperable creando marcos reales de participación ciudadana. La rutina democrática que arranca de la Transición está cuestionada. La democracia representativa se ha quedado corta. Los ciudadanos quieren participar y ni el voto ni los partidos políticos somos hoy canales de participación suficientes.

El principal frente político es y está en la Unión Europea. Una unión, hoy, políticamente muy diezmada y más mercado que nunca. La UE es uno de los principales escenarios en los que se dirimen las políticas y se toman las decisiones de salida de la crisis, por lo que sorprende aún más el escaso protagonismo del Parlamento Europeo. Conseguir que la UE no sea una fuente de problemas y sí un espacio de solución, exige intentar consensuar un programa de mínimos para una salida justa de la crisis entre los tres grandes partidos progresistas europeos; socialistas, verdes e izquierdas unitarias.

Es el fin de la historia para los centrismos. O retrocedemos hacia un capitalismo salvaje de la mano del populismo y el autoritarismo, o avanzamos en la construcción de un nuevo sistema basado en el control y sostenibilidad de la economía y la organización y ampliación de la libertad. Hoy tenemos la certeza de que el capitalismo financiero y especulativo es incompatible con los derechos ciudadanos y la calidad democrática. Esta contradicción insalvable pone fin al centrismo, el oportunismo y la moderación. Es el momento de la firmeza, la coherencia, la propuesta y la lucha.

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