Opinión · Dominio público
Nicaragua amordazada
Poetisa y novelista nicaragüense
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Hace unas semanas, en el Festival de Poesía de Granada, tuve el privilegio de escuchar a Svetlana Alexiévich. Entre lo mucho y acertado que dijo, habló de las cárceles interiores, mentales, que el sistema creó en la Unión Soviética y que dieron origen a lo que ella llamó “el homus soviético”, tema de uno de sus libros. No puede construir la libertad quien no es libre, afirmaba.
Como nicaragüense, siento que estoy asistiendo a un criminal intento de crear esas cárceles en mi país.
Daniel Ortega y Rosario Murillo, después de destruir la institucionalidad, el Estado de Derecho, ordenar en 2018 una masacre que resultó en 355 asesinados, encarcelar a los líderes de la oposición, cancelar partidos políticos y crear una estampida de más de 200,00o nicaragüenses que han salido del país, ahora enfilan sus cañones contra la cultura.
Entre el 20 y el 31 de mayo, la Asamblea Nacional del país, dominada por Ortega, canceló la personería jurídica del Festival Internacional de Poesía de Granada (Nicaragua) y la de la Academia Nicaragüense de la Lengua, dos instituciones culturales de primer orden. Ellas se sumaron a las más de trescientas organizaciones sin fines de lucro, ONG y doce universidades que el régimen ha ilegalizado en lo que va del año.
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Con el fin de obstaculizar las donaciones que recibían las organizaciones de la sociedad civil muchas de las cuales surgieron, paradójicamente, desde el sandinismo para suplir los vacíos de atención a sectores populares después de la derrota electoral sandinista de 1990, Ortega diseñó una legislación expresamente dirigida a reprimirlas. El Ministerio de Gobernación, que regulaba y recibía reportes de éstas y emitía un certificado anual de probidad que les autorizaba a seguir operando, dejó de emitir estos certificados tras las protestas de 2018. A fines de 2020 la Asamblea dictó una ley donde se sometía a todas las instituciones sin fines de lucro a regulaciones draconianas. Recibir dinero de proyectos de cooperación o donaciones -como sucede con la mayoría de estas organizaciones- les obligaba a inscribirse como “agentes extranjeros” y abstenerse de cualquier actividad política. Sus miembros perdían su derecho a ocupar o aspirar a cargos públicos. La ley obligaba a pormenorizados y engorrosos controles burocráticos, imposibles sin un personal numeroso. Juntas Directivas y miembros debían renunciar a la privacidad de sus datos. En un régimen que persigue y acusa de lavado de dinero o terrorismo a quien se le antoja, resultó clara la intención de esa legislación. Aún así, instituciones como el Festival de Poesía de Granada y la Academia de la Lengua, intentaron una y otra vez someter sus documentos a la oficina encargada. Una y otra vez se los rechazaron, aludiendo a nuevas exigencias. O sea, el gobierno, en su actuar maquiavélico, creó la trampa con la que hoy acusa a la sociedad civil de no cumplir sus obligaciones.
Con el fin de cancelar cualquier presunta amenaza a su poder, el régimen se ha ocupado, sobre todo, de eliminar aquellas instituciones que promueven el libre flujo de ideas dentro de la sociedad y que reúnen a intelectuales y artistas. Además de universidades, han ilegalizado institutos de pensamiento, asociaciones de periodistas, de fomento de la lectura, de promoción de la democracia y la ciudadanía, de defensa de los derechos humanos y de las mujeres
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El caso de la Academia Nicaragüense de la Lengua es especialmente llamativo y absurdo. Se trata de una entidad que tiene personería desde 1928, una entidad protegida por un tratado internacional de 1960, suscrito por Nicaragua, donde los gobiernos latinoamericanos participan y apoyan la conformación de la Asociación de Academias de la Lengua Latinoamericanas, ASALE. La Academia Nicaragüense ha contado a través de los años con pensadores, estudiosos de la lengua y escritores destacados del país. Sus miembros de número son miembros correspondientes de la Real Academia Española. Entre sus logros están muchos estudios y diccionarios sobre las particularidades del español que se usa en Nicaragua, la incorporación de éstas en diccionarios de la Real Academia Española, la formación mediante becas de jóvenes filólogos y lexicógrafos, el seguimiento de cuanto se publica con relación a Rubén Darío: el Repertorio Dariano, libros y otras publicaciones especializadas en dar a conocer la cultura e idioma de Nicaragua y una revista “Lengua” fundada por Pablo Antonio Cuadra. Este último fue uno de los grandes poetas del país, además de editor del suplemento literario del diario La Prensa, ahora confiscado por Ortega, que también apresó a su director y a Pedro Joaquín y Cristiana Chamorro, parte de su directiva.
Absurda es también la cancelación del Festival Internacional de Poesía de Granada. Éste se llevó a cabo por dieciocho años en esa ciudad nicaragüense, homónima de la española, con la participación en ese período de más de mil doscientos poetas de distintas partes del mundo, que leían sus poemas en las plazas y atrios locales con la participación de miles de personas de un público ávido y feliz. El Festival no sólo nutría la tradición poética de un país cuyo héroe nacional es Rubén Darío, sino que dotaba a la colonial ciudad de Granada de actividad económica hotelera y gastronómica y un turismo nacional e internacional significativo.
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¿Por qué designios el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo decide sancionar a estas instituciones? ¿Por qué, al suspender su personería jurídica, las inhabilitan para abrir y poseer cuentas bancarias, realizar contratos, nóminas y otras funciones y participar en proyectos de cooperación internacional? No hay una respuesta lógica. Lo que hay es la expresión de un poder atemorizado y paranoico que teme que existan espacios de libertad de expresión que alimenten el pensamiento y amplíen el horizonte de la ciudadanía. Se trata de impedir otro pensamiento que no sea el promovido por su propaganda. Con este ataque a la sociedad civil y a las instituciones culturales más relevantes pretenden crear esas cárceles mentales interiores que conducen a que la gente pierda el sentido de su propia libertad y se someta a la dictadura.
Por fortuna, la historia de rebelión de Nicaragua tiene aún en su pasado reciente la derrota de un tirano. Sabemos que las dictaduras pueden desplomarse como un castillo de arena cuando sube la marea. Contamos con la solidaridad de otras Academias de la Lengua. Tenemos la sombra de Rubén Darío la bajo la cual ampararnos.
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